lunes, 26 de agosto de 2013

Capitulo 2: La Asamblea.

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-Un ataque de pánico- informo la enfermera del instituto con una sonrisa más cercana a la perturbación que a la simpatía. Sus ojos verdes no transmitían empatía alguna.

Alana se encontraba recostada en una camilla blanca sorprendentemente cómoda en la enfermería, que era una pequeña sala escondida tras una puerta con un cuadrado de vidrio con una cruz roja impresa en él. El lugar estaba extremadamente iluminado lo que provocaba que casi todo en el lugar sea blanco, algo que le provoco escalofríos a Alana. La señora Rose se encontraba de pie junta a ella en su impecable uniforme blanco sin una arruga visible. Llevaba un prolijo rodete negro en su cabeza, sus ojos azules combinaban con el delineado perfectamente dibujado y sus facciones eran totalmente simétricas. Era bella. Tendría unos veinticinco años pero su aspecto tan frívolo le agregaba unos cuantos años más. Era nueva en la escuela, transferida de la zona oeste de la Comunidad, la zona sur era un gran cambio y Alana no pudo dejar de preguntarse qué motivo la trajo hasta aquí. En cierto modo Rose inspiraba miedo.

-Nunca he tenido un ataque de pánico antes- dijo Alana notando lo irritada que tenía la garganta por gritar hace unos instantes. Todavía gritaba cuando sintió los brazos de Isaac levantándola para llevarla a la enfermería, lo que seguramente no fue una tarea fácil ya que la muchacha estaba aferrada a su asiento con sus manos como garras y estaba casi segura de haberlo golpeado a Isaac para evitar que la moviera. Alana no pudo evitar preguntarse en donde estaba su amigo ahora.

-No te preocupes cariño- respondió Rose mientras movía una lapicera rápidamente escribiendo algo, seguramente sobre Alana. Los ojos de la enfermera nunca tuvieron intensión de mirar a la muchacha lo que hacía que sus palabras tranquilizadoras fueran un total protocolo-, es algo bastante común en los adolescentes ¿Sabes?

Alana se agitó inquieta en la camilla. Lo que le había sucedido no era nada común para ella. Frunció el ceño al pensarlo aprisionando las sábanas blancas en sus manos con tanta fuerza que al parecer Rose lo notó, porque dejo de escribir al instante y se aceró a la muchacha con una cara que Alana no puedo interpretar.
-Tal vez sea el estrés causado por los exámenes de vocación. Casi todos se preocupan por eso, pero tú no tendrías porque, eres una Reed, tu familia es tan prestigiosa en la historia de la Comunidad que seguramente no tendrás problemas en entrar en Seguridad.
Con que conocía su apellido, eso no le extrañó a Alana, casi siempre es abordada con comentarios como ese. “Tu padre es el operador más eficiente de la Comunidad.” “La familia Reed estuvo involucrada en los Nuevos Acuerdos.” “¿Tu abuelo, Kyon Reed, fue el encargado de llevar a cabo la firma de los Nuevos Acuerdos?” Si, si y sí. Lo último que quería pensar ahora Alana era la presión que ejercía su apellido en sus acciones. Los exámenes eran un tema que la muchacha estaba posponiendo en el rincón más alejado de su mente.

-O tal vez estés atravesando algún problema amoroso típico adolescente. Ya sabes cómo es enamorarse- continuó Rose con una falsa sonrisa aunque al instante se perdió en sus pensamientos y se quedó callada, como si recordará algo o alguien. Alana se preguntó si la mujer pulcra y fría que tenía delante de ella, alguna vez había amado. La apariencia decía que no pero esa mirada ausente encerraba una historia-, altera demasiado las hormonas-. Dijo finalmente Rose volviendo a la normalidad como si alguien la hubiera zamarreado un poco para traerla devuelta. 
“Pero la alteración de hormonas no te enseña un idioma que jamás en la vida aprendiste” pensó Alana recordando la frase que escribió en su cuaderno. El corazón comenzó a acelerarse sin piedad. Si alguien la encontrará… Aunque no estaba segura de porque sentía que nadie podía ver esas palabras. Estaba actuando extraño de nuevo. Demasiadas sensaciones en muy poco tiempo, quería largarse de ese cuarto, que olía a alcohol en gel, y alejarse de Rose que ahora cada vez estaba más cerca de ella mirándole cada detalle con determinación, provocando que el cuerpo de Alana se tensara. Sintió como la mujer caminaba alrededor de ella evaluándola, esto ya no parecía un examen médico, tal vez Alana estaba paranoica pero la sensación de que tenía que salir de allí era fuerte. Antes de que Rose llegara a observarla por detrás su cuerpo marcó el límite y se paró de un salto aumentando la distancia entre Alana y Rose. Murmuro un agradecimiento y salió casi corriendo del pequeño cuarto blanco. En el umbral de la puerta chocó con un cuerpo familiar.

-¿No deberías estar adentro para que te vean?- era Isaac que estaba con su mochila colgada al hombro y con la de Alana en brazos. Los latidos de la muchacha desaceleraron al ver que su amigo tenía sus cosas y por lo tanto la frase estaba bien guardada.

-Es-estoy bien- dijo Alana. No pudo evitar mirar atrás en búsqueda de Rose, para su sorpresa no interfirió en que la chica decidiera irse de la enfermería, pero si estaba haciendo unas anotaciones extras. La muchacha no pudo evitar preguntarse si las palabras que salían de la lapicera hablaban sobre ella. Un informe sobre su ataque de pánico para el instituto tal vez, un registro médico es algo común, tenía que calmarse.

-No te creo pero no tenemos tiempo de explicaciones, y créeme que me las vas a dar, ahora está la asamblea en el gimnasio, yo debería estar allí pero no podía ir sin saber cómo estabas-dijo el joven abriendo sus grandes ojos color avellana para demostrar lo preocupado que estaba. Isaac siempre fue un hermano protector para Alana-. Si no vamos la profesora Robinson me acosará todo el año, ya es demasiado escuchar sus quejas sobre mi asiento escrito como para agregarle esto.
La muchacha asintió con una leve sonrisa tratando de volver a la normalidad y dejar atrás todo pensamiento irracional, porque esa era la palabra para describir toda esta situación. Irracional.








El gimnasio estaba repleto de los estudiantes de la Zona Sur del Instituto Nueva Era. El murmullo constante de las distintas conversaciones iba en aumento a medida que llegaban más alumnos a tomar su lugar en las gradas. Alana e Isaac buscaban un espacio libre donde sentarse, lo cual se volvía una misión casi imposible por el escaso lugar para caminar entre las personas ya sentadas.

-¡Ten más cuidado bicho raro!- chilló un joven mientras Isaac pasaba por al lado de él provocando que este perdiera el equilibrio y derramara un poco de la gaseosa que estaba tomando.

-¿Enserio dijiste bicho raro? ¿No tenías un insulto más original Brad?- dijo Isaac frunciendo el rostro como si hubiera chupado un limón recientemente pero pronto cambio su expresión por una llena de malicia en cuanto se dirigió a su amiga-. ¿Te parece un insulto innovador, Al?

Isaac y Brad nunca se llevaron bien desde iniciada la secundaria, no era un secreto que se odiaban, sus peleas eran lo bastante ridículas como públicas. Casi siempre Alana era la encargada de separarlos ya que Brad demostraba una gran admiración hacia ella, como un perro hambriento que se le ofrece un trozo de carne. Alana tenía la teoría que esa adoración sin razón aparente se debía a su apellido, no porque ella no fuera lo que se consideraría una chica guapa, pero el hecho de que casi todos en la Comunidad la trataban con respeto por el papel que tuvieron sus familiares en los Nuevo Acuerdos era un factor influyente le guste o no a la muchacha. Alana se recordó que pronto ella tendría que seguir brindándole honor al apellido Reed, pero aunque lo intentaría no se veía como una posible buena operadora como lo fue su madre… Como lo es su padre.

-Oh… Hola Alana- el muchacho ahora la miraba casi avergonzado con las mejillas encendidas. Generalmente Brad trataba de controlar las peleas con Isaac frente a ella, una forma de intentar caerle bien a la muchacha, pero esta vez no la había visto junto a Isaac y ahora se mostraba ligeramente retraído. Isaac sabía que tendría ese efecto en él y en su rostro se podía observar una sonrisa victoriosa.

-Creo que se te han ocurrido insultos mejores Brad- dijo Alana a medida que iba pasando por su lado para sentarse unos escalones más arriba y llevándose a su amigo con ella para evitar que siguieran con esa ridícula pelea. Notó a Isaac detrás de ella alzando los brazos, triunfante y hasta pudo imaginarse el odio de Brad emanando desde su asiento.

-Deberías usar ese poder que tienes sobre él para dejarme hacerle una buena broma. Tal vez podrías invitarlo a salir y luego dejarlo plantado o algo- comentó Isaac ya los dos sentados esperando que algún representante del Instituto apareciera en el gimnasio.
Alana río casi olvidándose que hace menos de veinte minutos estaba pasando por el peor ataque de pánico que podría haber imaginado que le pasaría a ella y sin mencionar la alucinación del rayo de luz y la frase perfectamente escrita en francés. Antes de poder pensar en ello detenidamente una vez más, los murmullos cesaron de una forma abrupta y todas las miradas se posaron en una sola persona.

El director.

Todos estaban expectantes a las palabras del hombre que se encontraba vestido con un traje blanco impecable sin una arruga visible y corbata color escarlata resaltando sobre todo lo demás. Alana no pudo evitar preguntarse qué tan seria era la asamblea para que el director se vistiera de esa forma cuando vio dos operadores junto a él. Uno de ellos era una mujer de cabellos rojos, Chloe White una buena amiga de la familia Reed y la otra persona en uniforme blanco era su padre.

Nerón.

Los murmullos apenas audibles comenzaron una vez más, pero esta vez, todos tenían un tema en común: Nerón Reed. Alana no pudo evitar escuchar una conversación de dos muchachas sentadas un escalón debajo de ella, las reconoció porque compartía las clases de matemática con ellas. Recordó el nombre de una, Beth Smith.

-¡Hey mira! Es Nerón Reed, no lo puedo creer. ¿Qué hace en nuestro Instituto? Es tan sexy para tener como cuarenta años- susurro Beth a quien seguramente era su mejor amiga.

-No lo sé, pero no hables muy fuerte que su hija está un escalón arriba nuestro, tonta.

Alana instantáneamente dejo de mirarlas y contempló, molesta, a los dos operadores. A veces realmente le molestaba ser una Reed y que todos admiraran a su padre como a un dios griego. Observó cada detalle del logo del colegio escrito por encima de las cabezas de todos tratando de reprimir sus ansias de confrontar a Beth Smith y a todas las Beth que estarían hablando de su padre en ese momento. “El futuro está en sus manos”. Lo leyó en silencio hasta que notó que alguien la estaba mirando. Alguien que lograría quitarle el enojo con una sola sonrisa.
La mirada verde de Chloe se posó sobre Alana apiadándose de ella. La mujer era de baja estatura a comparación de los dos hombres a su lado, pero demostraba agilidad y rapidez, sin dudas si intentaran atacarla, ella estaría preparada para defenderse de mil maneras y ganaría sin esfuerzo. No llevaba el cabellos recogido, como lo obliga el reglamente de los operadores, asique sus marcados rulos rojos estaban sueltos enmarcando su pequeño rostro. El color de su cabello contrastaba llamativamente de su uniforme de cuero blanco y ajustado que acentuaba su pequeña aunque buena figura. Estaba cercana de los treinta años pero era de esas personas que cuanto más crecen mejor le sientan los años.
Chloe tenía una hija, Emily, que era tres años menor que Alana, por lo tanto no se encontraba en la Asamblea. Emily todavía tenía tiempo para elegir qué dirección tomar en la vida. Alana sentía una pequeña envidia sana por aquello. Las dos muchachas básicamente se criaron juntas y afortunadamente la secundaria no logró separarlas.  
Los operadores se basan en demostrar autoridad, seguridad y hasta a veces miedo frente a cualquiera de la Comunidad, pero Chloe era todo lo contrario. La mujer le sonrío cálidamente a Alana delatando la separación de sus dos paletas, lo cual era algo que combinaba perfectamente con su rostro. Nerón, en cambio, mostraba una expresión seria y dura que resaltaba lo cuadrado de sus facciones, como siempre llevaba cuando estaba en servicio. Pero esta vez era diferente. Algo más cruzó por el rostro de su padre cuando él miro a Alana. ¿Preocupación?
El director tomó el micrófono y lo acerco a su boca para hablar. Su ridículo bigote generó un molesto ruido al rozarse con el aparato. La escuela, al igual que la Comunidad, solo contaba con poca tecnología, y lo que poseían tampoco era de muy buena calidad.  
-Silencio por favor- fue más que suficiente para acallar los últimos murmullos que se escuchaban, ahora todos prestaban atención a la escena frente a ellos. Alana recorrió el lugar con sus ojos y pudo notar que nada más los alumnos del último año se encontraban presentes en el gimnasio-. Como se habrán dado cuenta esta asamblea solo es para los estudiantes a punto de terminar sus estudios en nuestra humilde Institución Nueva Era.

-¡NUEVA ERA!- chilló Brad a modo de ovación, encerrando su boca con sus manos para amplificar el grito. Algunos lo siguieron con aplausos y alaridos.

-Es un Idiota ¿Ves a lo que me refería?- susurró Isaac para su amiga, pero Alana no estaba escuchando, ni si quiera lo miraba. La muchacha se empecinaba en descifrar lo que la boca de Nerón callaba pero su rostro gritaba a los cuatro vientos. ¿Miedo?

- Señor Harrel silencio. Como les decía, ustedes están a un paso de empezar su vida adulta en la Comunidad, y en el Instituto Nueva Era confiamos que los hemos preparado para corregir los errores de las generaciones pasadas para nunca regresar a los Años Oscuros- dijo el director con una expresión seria. Ahora todos callaban. Siempre la mención de los Años Oscuros tenía ese efecto en la gente-. Enfrentamos tiempos de paz y su deber, y el de todos, es mantener esta tranquilidad que por años no fue interrumpida. Un gran logro del Gobierno…

-¡EL GOBIERNO, SI!- grito Brad una vez más y las voces que lo apoyaban no se hicieron esperar. Alana pudo notar como Isaac ponía los ojos en blanco junto a ella.

-¡Como les decía!- el director impuso su voz sobre las demás para acallarlas con total éxito-. El trabajo del Gobierno deberá ser sucedido por personas realmente capaces y preparadas para ellos. Ustedes son los dueños del futuro- Alana sintió nauseas de repente y llevo sus manos al estómago. Sentía… ¿Asco? Asco por las palabras que el director decía. Asco por la idea del futuro en sus manos. Observó a su padre, este mostraba la misma expresión de siempre pero al devolverle la mirada a su hija y darse cuenta de lo que le ocurría a ella abrió los ojos sorprendido. Tenía la boca entreabierta de asombro y admiración, como cuando artista observa su obra terminada luego de semanas de dedicado trabajo.

-¿Qué te sucede ahora?- era Isaac. El joven tomo el hombro de su amiga, la volteo para que pudiera verla a los ojos. Alana estaba pálida. El director seguía hablando de todos los empleos que estaban disponibles en la Comunidad.

-Tengo nauseas- dijo Alana porque la idea de decirle que sentía asco le parecía realmente ridícula y difícil de explicar. Escuchó a el director hablar del trabajo de enfermería y el campo de acción que tendríamos si elegiríamos esa carrera, Alana no pudo dejar de pensar en Rose, la imaginó a los dieciocho años sentada en el gimnasio del Instituto Nueva Era de la Zona Oeste teniendo esta misma charla con otro director y otros estudiantes a su alrededor. Se preguntó si la Rose del pasado habría sido igual de fría que la del presente o si eso se debía a algo más. ¿Elegir enfermería la había convertido en una persona tan distante? Y si es así ¿Qué le quedaría a Alana si escogiera Seguridad vital? Una operadora debería ser más fría que una simple enfermera.

-Estoy empezando a pensar que estas embarazada- las palabras de Isaac la trajeron devuelta al mundo real.

-Eso es muy inteligente Isaac ¿Y de quién va a ser? ¿Del Espíritu Santo? No soy María- dijo Alana mientras ponía los ojos en blanco. Ahora Isaac si parecía desorientado por las palabras de su amiga. La muchacha recordó que historia no era el fuerte de Isaac y que tal vez ninguna materia lo era. Se río por lo bajo-. María, Jesús, Dios. La mujer que quedó embarazada si haber estado con un hombre. ¿Qué haces durante las clases de historia?

-Duermo. Y ahora que lo pienso menos mal que me perdí esa clase, es una historia bastante ridícula.
Alana suspiró en vez de contestar. El mareo pareció desaparecer de su cuerpo y la muchacha agradeció esto. Contempló a su padre una vez más, este estaba nuevamente serio con las manos detrás de su espalda, su hija pudo notar desde donde estaba sentada que Nerón estaba apretando los puños, pero él ya no la miraba. Alana deseaba correr hacia su padre y formularle preguntas que ni ella podía entender. Pensó en el episodio que tuvo a la mañana, tuvo la extraña sensación que su padre sabría lo que significaba todo aquello. No pudo evitar mirar su mochila, sabía que dentro se encontraba su cuaderno con una frase que ella escribió. Ma vie ma décision quant à mon avenir. Las palabras estaban grabadas a fuego en su mente. ¿Por qué su padre debería saber que significaba? Y sin embargo tenía la estúpida certeza de que sí, de que él lo entendería.

-… Pero la profesión a la que quiero llegar, y no por desmerecer a las demás carreras igual de importantes para la Comunidad, es la de operador, como todos ustedes ya bien conocen. Es por eso que dos representantes del edificio de Seguridad Vital nos acompañan este día, un aplauso para ellos por favor.
Todos aplaudieron y empezaron a aclamar a su padre. Alana puedo distinguir los gritos de Brad entre la multitud. La joven solo quería que la tierra la tragara sin dejar rastro para no ser testigo de cómo glorificaban a su padre. Ya nadie creía en las religiones, no había Dioses ni divinidades, pero las personalidades más famosas en la Comunidad tomaron el lugar de ellos. Y Nerón Reed encabezaba la lista de los nuevos inmortales a los que la Comunidad adoraba. 

-¡NERÓN! ¡NERÓN! ¡NERÓN!- gritaba la masa de alumnos desde las gradas. Alana noto que su padre fingía una sonrisa y levantaba una mano para saludar, pero ella notaba que no deseaba toda esa atención. Nerón tomo la mano de Chloe, que sonreía alegremente, y la llevo un paso adelante para que los aplausos se dirigieran a ella. Los operadores eran tan queridos por la Comunidad como las celebridades por las generaciones anteriores a los Años Oscuros, algo que Alana nunca llego a comprender. ¿Por qué darles tanta importancia a personas exactamente iguales a ti? Junto a ella Isaac aplaudía callado, él comprendía lo que sentía su amiga, si Constantino estuviera recibiendo todos esos alaridos también desearía irse del lugar lo antes posible.

-¡Bueno, bueno, silencio por favor! La noticia que se vino a informar en esta asamblea es la siguiente. Seguridad Vital, como todos los años, está buscando reclutas nuevos, y para esto se dispondrá un simulacro de exámenes. No se preocupen no deberán estudiar, estas pruebas están hechas para determinar si tienen lo suficiente para ser un operador…

-Si estamos en tiempos de paz ¿Para qué quieren más soldados?- gritó una muchacha de voz bastante aguda desde el fondo de las gradas casi escupiendo las palabras, se notaba el asco que sentía. Era Lily James. Alana la conocía de las clases de literatura y porque la ha visto en Calix un par de veces en las fiestas que se realizaban. Era una joven que últimamente estaba bastante retraída, no hablaba con nadie y se encerraba en sus libros con una mirada que hacía sentir a cualquiera como si estuviera fuera de lugar. Estaba cruzada de brazos y sus grandes y profundos ojos cafés tenían una expresión acusadora hacia el director o tal vez hacia todos en el lugar. No se parecía en nada a la muchacha que Alana vio noches atrás coqueteando con un joven en Calix.

-Señorita James debería tener más cuidado en el tono que elige para dirigirse a las personas- respondió tan seco como era posible el director-. Y no son soldados, me gustaría que estudiara antes de formular una pregunta. Ahora bien sigamos con lo importante- todos paseaban su mirada entre Lily y el director. La situación se llenó de tensión. Era obvio que el director evito la pregunta de Lily y no buscaba entablar una conversación con ella. El mensaje era claro: Cierra el pico-. Los exámenes, para los que estén interesados en la profesión de operador se brindarán el lunes por la mañana. Estoy convencido que durante el fin de semana pensarán en no desperdiciar esta oportunidad que gentilmente nos brinda Seguridad Vital.
Alana no podía evitar buscar a Lily con la mirada. La joven estaba tan indignada que se paró de un salto y se marchó con paso firme del gimnasio. Estas semanas estaba diferente, más contestadora y cuestionaba todo pero nunca se mostró como lo hacía ahora. Seguramente le afectaría en algo la actitud que tuvo hace uno minutos.

-Bueno, no todos pueden darse cuenta de las oportunidades a la primera- dijo el director refiriéndose a Lily y voces lo siguieron entre la multitud de alumnos, algunos a favor y otros totalmente sorprendidos-. Ahora bien ¿Señor Reed quiere decir unas palabras?- preguntó hacia los dos operadores junto a él. Para sorpresa de Alana, su padre tomó el micrófono, y para no sorpresa de Alana, todos iniciaron con los alaridos nuevamente. Chloe en cambio se retiró, con una sonrisa en sus labios rojos sangre. Dirigió su mirada hacia Alana para despedirla con la dulzura que la caracterizaba a Chloe. Sus rulos pelirrojos rebotaron como resortes mientras se marchaba por la puerta del gimnasio. Si le molestaba que el director nada más se dirigiera hacia Nerón y no a ella, dejándola como una pared recién pintada esperando por secar, no lo demostró. Chloe nunca peleaba, era una mujer de lo más agradables. Alana le sonrió pero sus ojos estaban posados en su padre que estaba a punto de hablar.

-Quiero que todos sepan que ser un operador no es un asunto de niños, sé que muchos de aquí todavía lo son pero eso no está mal- dijo Nerón con una voz neutral, como si estuviera interpretando a un personaje en una obra y ese fuera el dialogo que se aprendió de memoria días atrás. Su mirada bailaba en los rostros de diferentes alumnos hasta llegar a su hija donde centró sus ojos el resto de su discurso. Esta vez era como si en su cabeza se libraba una batalla para elegir correctamente las palabras. Ahora no se trataba de un guion armado-, están aprendiendo, descubriendo cosas que antes no sabían, abriendo sus mentes hacia lo desconocido. Pero cuando sientan que el futuro se les escapa de sus manos y no saben qué rumbo tendrán sus acciones, deben siempre recordar que ustedes son los dueños de su vida, aunque tengan que luchar por ello, nunca pierdan ese poder- Alana sintió como se evaporaban todos a su alrededor dejándola sola con su padre. La sensación de que Nerón le estaba hablando solo a ella era persistente y el corazón le dio un vuelco cuando su padre dejó de mirarla para gritarle a la multitud. El guion pensó Alana-. ¡Y eso es lo que hace un operador! ¡Quien quiera ser uno de nosotros deberá ser fuerte y controlar su futuro!
Los alaridos y gritos se hicieron escuchar. Alana pudo notar que su padre era un increíble actor, se preguntó porque no se había dado cuenta antes, de que su padre no era feliz con lo que hacía. ¿Por qué ahora todo era más claro? Vio como su padre se retiraba del gimnasio entre aplausos y ovaciones y sintió la necesidad de correr tras él y contarle todo. Desde el rayo de luz hasta las palabras en francés que ni ella creía poder pronunciarlas. Pero se quedó en su lugar viendo como todos sus compañeros gritaban el nombre de Nerón y pensando… “Es sólo mi padre”












Lily no podía creer el nivel de sometimiento de la Comunidad en la que vivía, hace unas semanas se empezó a cuestionar la necesidad de tener un toque de queda solo para los jóvenes o porque tendría que haber un operador en cada calle para vigilar… ¿Vigilar qué? Tiempos de paz mis calzones pensó. Se preguntó si en las otras Zonas sería igual que esto. Seguramente sí.
Caminaba a paso firme, totalmente asqueada por la escena que recién había vivido. Ahora los venían a reclutar como soldados, exactamente lo que hacían las generaciones anteriores cuando libraban sus estúpidas y egoístas guerras sin sentido. Si habíamos aprendido de los Años Oscuros ¿Por qué necesitamos operadores? Tenía las manos como puños a sus costados, sentía como las uñas le lastimaban la piel de las palmas pero no le importaba en absoluto, su furia era mayor. La cabeza le daba vueltas y no pudo evitar lanzar algún que otro insulto al aire para desahogar la rabia acumulada que tenía hacia el director. Agradeció que los pasillos del Instituto estuvieran vacíos así podría despotricar todo lo que quisiera. Llegó a su casillero, marcó los dígitos que permitían acceder a él con dificultad ya que tenía los ojos llenos de lágrimas. No recordaba en que momento sintió ganas de llorar pero allí estaba, con el rostro mojado intentando inútilmente de recordar su combinación. Lanzó otro insulto más fuerte, esta vez dirigido al bueno para nada de Nerón Reed. Antes tal vez lo hubiera aclamado como lo hicieron los idiotas de sus compañeros, pero ya no, esa Lily había muerto o mejor dicho creció. Nerón Reed no era más que la cara visible de algo grande que se le estaba ocultando a la Comunidad. Seguridad Vital no puede ser lo que parece. Agradeció una vez más al joven de Calix que le abrió los ojos sobre la mentira de los operadores. Desde esa noche en la fiesta, Lily, ya no era la misma.

-Pedazo de mierda- insultó al casillero golpeando su puño contra el duro y frío metal. El sonido se escuchó en todo el pasillo. Lily deseaba irse del Instituto para leer el libro de poesía Shakesperiana que le había regalado el joven de la fiesta en Calix. Él prometió proporcionarle más cosas anteriores a los Años Oscuros. Se preguntó si esa noche lo vería, tenía tantas preguntas para hacerle y tal vez acepte la propuesta que el chico le había presentado noches atrás.

-No deberías usar ese lenguaje dentro del Instituto ¿Nadie te ha educado a ti?- una voz femenina le susurró al oído de una forma espectral. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Lily obligándola a ahogar un grito. Giro en sus talones por la conmoción y, el susto, hizo que chocara la parte de atrás de su cabeza con el duro casillero provocando un estruendo que generó un eco escalofriante a lo largo de todo el pasillo.

-¿Te dolió?- preguntó la mujer demasiado cerca de Lily con una voz dulce pero perturbadora a la vez. Ahora que podía verla supo quién era al instante. Era la operadora de la asamblea ¿Pero qué rayos hacía allí? ¿Se habría metido en problemas?

-N-no, estoy bien ¿Qué quiere?- quiso saber Lily con la voz entre cortada. Algo le decía que era mejor tratarla de usted. Esa mujer, minutos antes parecía tan agradable. Lily vio como Alana la saludaba desde las gradas, simulaba ser una persona encantadora, todo lo contrario a los típicos operadores que la regañaban por no obedecer el toque de queda algunas noches. Notó que ahora llevaba los rulos rojos recogidos con una coleta lo que la volvía una mujer más seria, era bajita pero aun así más alta que Lily, aunque no importara quien ganara en altura era obvio que la muchacha no podría escapar corriendo, esa mujer parecía fuerte y débil a la vez. Escuchó los gritos provenientes del gimnasio, alaridos estúpidos que apoyaban cosas sin fundamente alguno. Deseo estar sola para poder insultarlos como se lo merecían e insultarla a la mujer de rulos color rojo y mirada verde que estaba delante de ella. Pero ¿Por qué esta operadora no estaba allí recibiendo los aplausos?
La mujer de dulzura perturbadora atrapó a Lily mirando en dirección al gimnasio.

-Los aplausos no son lo mío. No me aliste en Seguridad Vital por esa razón- dijo casi como susurrándole un secreto a Lily. Con cada palabra estaba más cerca de la muchacha, pero ella parecía no poder moverse ni apartarse de la operadora. Tenía el cuerpo apretado contra el helado metal del casillero. Lo maldijo en sus pensamientos, si tan sólo hubiera abierto más rápido, ella ya estaría de camino a su casa. Pensó en Shakespeare, el muchacho de Calix y su propuesta, sin saber porque veía todo el asunto demasiado lejos. Ahora más que nunca deseaba aceptar lo que le propuso.

-¿Y por qué se alistó en Seguridad Vital?- preguntó Lily casi con miedo pero evito tartamudear, ya le estaba dando demasiado poder a la operadora como para humillarse de esa forma.
Era extraño pero el aspecto tan dulce de esa mujer la aterraba. Esa operadora daba más miedo que cualquier otro tan sólo porque su belleza y gentileza resultaban perturbadoras.

-Ya que lo mencionas…-respondió la operadora entre abriendo sus labios rojo sangre que combinaban perfectamente con su cabello. Lily pudo notar la separación de las dos paletas de la mujer antes de que todo se volviera negro. 


Capitulo 1: Cielo.

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Comenzó el día despertándose media hora antes de que su alarma sonara, la costumbre de todas las mañanas. Admiro detenidamente cada detalle del cielo raso celeste, con algunas zonas delicadamente pintadas en blanco de su habitación, mientras estiraba los entumecidos músculos de los brazos y piernas. Esa noche no soñó nada en particular por suerte. Necesitaba una noche para dormir sin interrupciones sobre sueños incomprensibles y extrañamente reales.
Giro los ojos para observar la ventana que tenía a su izquierda y encontró lo que siempre hallaba todas las mañanas. Gris. El cielo nunca fue el mismo desde la Tercera Guerra Mundial, ella lo sabía, pero aun así, era su costumbre despertarse esperando que algo cambiara. El sentimiento se acentuaba cuando se despertaba de sus repetidos sueños sobre los Años Oscuros.
Volteó nuevamente la cabeza y esta vez su mirada se depositó una vez más en el techo celeste. El cielo antes de la Guerra. Su madre lo había pintado para ella, un recordatorio de que el mundo había sido bello antes de la niebla, antes de las bombas.
En la escuela le enseñaron todo acerca de los Años Oscuros, ese periodo temporal que tuvo que atravesar el mundo para llegar a su situación global actual. Nadie sospechaba que una Tercera Guerra Mundial podría ocurrir, pero lo cierto es, que todos se equivocaron. No hay registros de que país inicio con el bombardeo, solo se sabe que las bombas destruyeron todo lo que alguna vez fue considerado importante por las generaciones pasadas: autos, edificios, tecnología, bancos mundiales. El mundo sucumbió a la niebla y la oscuridad.  Cada país perdió no solo la mayoría de su población sino que también se perdieron las innumerables conexiones entre los continentes. A partir de ese momento cada región sobreviviría por su cuenta. Estados Unidos, como muchos otros países, quedó devastado, y se perdieron estados por completo, como así también ocurrió con el continente de África, que todavía no se consigue información sobre su situación.
El Gobierno de San Francisco decidió, como único estado con mayores sobrevivientes, levantar los Muros para su protección y de esta forma poder volver a reorganizar el país.  No hay conocimiento alguno si en los demás continentes emplearon esta ideología, así que se los considera casos perdidos. No hay forma de viajar a ningún lado ni comunicarse como se solía hacer.
En los libros actuales no se menciona más la palabra “continente” y si se hace se la asocia a grandes masas de tierras despobladas. Alana consideraba eso injusto. ¿Quién tiene poder suficiente para redefinir un concepto y anular cualquier esperanza de encontrar vida cruzando el océano? “El Nuevo Gobierno de los Estados Unidos” pensó.
Los Nuevos Acuerdos también fueron parte de la solución para sobrellevar el país en ruinas. Nadie sale de La Comunidad sin un rango importante en el Gobierno, y nadie entra sin autorización de los operadores. Hay registros de encontrar vida fuera de los Muros pero en los últimos años no hubo actividad. Las esperanzas se estaban agotando.  
Un escalofrío le recorrió el cuerpo y decidió que era hora de levantarse.
Tomó una ducha de tres minutos como ordena el Gobierno, para racionar el agua, y se secó el cabello rubio lo mejor que pudo. Pudo notar, al mirarse al espejo, que las ondulaciones doradas ya empezaban a formarse. Esta vez no tenía ojeras, lo que significaba que no tuvo pesadillas la noche anterior, algo que se le estaba haciendo costumbre.
Hubo una vez que Alana soñó con las bombas y el fuego. El calor, prácticamente, era notable en su rostro mientras intentaba escapar de la destrucción. Y luego la oscuridad.  Los gritos no encontraban paso desde sus pulmones al exterior y solo lastimaban su garganta a intentar hacerlo. Una luz blanca la cegaba y volvía todo de un color blanco insoportablemente brillante para los ojos. Inmediatamente despertaba sudorosa y temblando. En otras oportunidades todo sucedía al revés y lo que parecía la escena de la destrucción total personificada en las llamas no parecía afectarle en lo más mínimo a la muchacha. De hecho se sentía irreal, como si todo eso fuera parte de un holograma. Alana no entendía cómo podía afectarle tanto un sueño, ni tampoco que significaban. Uno sueña cosas incoherentes, todos saben eso, pero cuando tu sueño se repite constantemente, empiezas a buscarle el porqué.
Otras noches eran incluso bastante agradables a comparación. En sus sueños sentía el calor atrayente del sol sobre su piel pálida mientras corría en un bosque de árboles imponentes. El cielo se encontraba siempre igual, despejado y liso como un lienzo celeste. Siempre tenía la misma sensación. Ir en busca de alguien, pero despertaba antes de comprobarlo.
Agotado el tiempo que tenía para alistarse se dirigió hacia la cocina para desayunar con su madre, Tanya. Esa noche, su padre, Nerón Reed, le había tocado trabajar, así que probablemente estaría durmiendo y no lo vería hasta después del Instituto.
Nerón era un operador, al servicio del Gobierno, controla el orden de la Comunidad junto con Constantino Simmons, el padre del mejor amigo de Alana, Isaac. Nerón a diferencia de un ciudadano regular de la Comunidad, si tenía permitido traspasar los Muros, generalmente para buscar sobrevivientes en el exterior. Un trabajo bastante honorable según su hija y el resto de la Comunidad. Ella estaba orgullosa de Nerón y esperaba algún día convertirse en operadora. Y ese día llegaría pronto ya que su tiempo en el Instituto se estaba agotando cada vez más rápido. 

-Cariño, buenos días- saludó su madre con una cálida sonrisa, como siempre.

Su madre alguna vez fue operadora también, pero al quedar embarazada decidió dejar su trabajo y colgó su uniforme blanco en el closet para no volver a usarlo. Tanya era una mujer realmente atractiva. Era de esas personas que la edad les sienta muy bien, aunque sus rulos castaño claro todavía no presentaban canas y su rostro mostraba solo algunas arrugas visibles, consecuencia del paso del tiempo.

-Buenos días, mamá- respondió Alana mientras se sentaba en el desayunador de su casa.

Desde la Guerra el dinero perdió sentido, al ser la mayor parte destruida con la eliminación de los bancos mundiales era inútil mantenerlo en circulación. El canje y raciones justas de comida y de agua eran las dos fuentes que determinan la supervivencia de la población ahora. La tecnología se vio afectada considerablemente, pero se vivía bien.  Dentro de los Muros todos conviven de una forma equitativa, nadie es más rico ni nadie es más pobre, por el simple hecho que nada abunde. Es lo más cercano a la perfección social que se logró en toda la historia.  
Se escucharon golpes provenientes de la entrada. Alana ya sabía quién era. Isaac Simmons.

-¡Pasa Isaac, está abierto!- gritó con una tostada en la boca.

La puerta se abrió y un joven alto de cabellos castaños y enrulados apareció en la cocina. Alana le sonrió a su amigo mientras tragaba.

-Hola señora R- dijo Isaac tomando una tostada del plato-, hola Al. Nerón está durmiendo ¿no? A mi papá le toca trabajar ahora ya salió por eso vengo a molestarlas.

-Sí, está descansando arriba- contestó Tanya apoyando su mano afectuosamente sobre la cabeza del chico. Ella era lo más cercano que Isaac tenía a una madre postiza, ya que la esposa de Constantino murió hace unos años por enfermedad. Levantó el plato, ahora vacío sin tostadas, y se dispuso a lavar-. Y nunca sos molestia en esta casa Isaac. Pero me parece que ustedes dos se tendrían que apurar si no quieren llegar tarde.

-Es verdad- dijo Alana levantándose de la silla y limpiándose las migas de sus manos-, nos vemos mamá. Te quiero.

-Ven temprano a casa Alana- repuso con una mirada seria. Ahora la sonrisa ya no estaba en su rostro. “El toque de queda” pensó Alana. Su madre siempre se pone tensa cuando hablan sobre algo referido a las reglas de la Comunidad. Tanya no quería decirlo en voz alta, pero su hija sabía, que no está de acuerdo con el Gobierno, y que esa es una de las razones por la que dejo su trabajo. Tal vez la principal. Aunque se empecinara en fingir concordia a la hora de hablar sobre el Gobierno Alana podía notar el disgusto de su madre.

En la calle, el frío se sentía aún más que en el interior de las viviendas. Y la niebla no ayudaba.
Frío seco.
Alana se calentó las manos con su aliento mientras caminaba con Isaac a la par. Miró el cielo de color gris tratando inútilmente de ver el sol. En ese momento deseó estar en uno de sus sueños para poder sentir la sensación caliente del sol sobre la piel.
Los tóxicos esparcidos con las bombas crearon una nueva capa que rodeaba la atmosfera de la tierra. Esto dio inicio a  la niebla  constante. También volvió imposible poder ver a simple vista las estrellas, la luna o incluso el sol. Por eso Alana amaba desvelarse leyendo libros con múltiples imágenes del mundo antes de que todo se oscureciera. “Es importante conocer el pasado.” Le inculcó desde pequeña su madre.

-Hoy iremos a Calix- sentenció Isaac, trayendo a su amiga a tierra firme fuera de sus pensamientos.

-Decirte que no, no va a servir de nada- respondió Alana con una sonrisa improvisada.  Conocía lo persuasivo que era su amigo.

-No- murmuró Isaac con otra sonrisa, una llena de promesas y problemas, mientras subía al transfer que los llevaría al Instituto Nueva Era.








La profesora Robinson parloteaba sobre los numerosos acuerdos que el Gobierno tuvo que transitar hasta llegar al perfecto sistema político que, según ella, el mundo había logrado. Era una mujer de unos cuarenta años, uno se podía dar cuenta no por las arrugas de su cara sino por la actitud que tenía para con la vida. Casi todos los días llegaba a dar clases de mal humor y era costumbre que se la agarrara con Isaac y su tendencia a escribir los bancos. Pareciera como si no le gustaran los adolescentes, algo que es razonable en un adulto, pero Alana una vez la vio en el sector de primaria del Instituto regañando a un niño de tan solo ocho años de edad porque la había golpeado con una pelota diminuta de color naranja mientras ella estaba almorzando. La muchacha había visto la escena desde el exterior y podía jurar ante cualquiera que dicha pelota apenas había rozado la pierna de la profesora Robinson. Isaac tenía su teoría de que era una vieja amargada que nunca encontró marido y por eso detestaba la vida y los niños.
Las palabras que salían de la profesora Robinson empezaron a disiparse y sonaban muy lejanas en los oídos de Alana. Oía pero no escuchaba, era como si sus oídos se habían desconectado de su cerebro y nada realmente importaba en ese momento. Una imagen estalló en su mente, como un vaso de vidrio al caer esparciendo cientos de trozos en diferentes direcciones, en este caso eran palabras que se marcaban con fuego en cada rincón de su mente. Instintivamente, Alana, tomó su lápiz y empezó a garabatear en su cuaderno, donde se suponía debía escribir la clase del día. Primero fueron letras sueltas sin sentido, unas vocales primero, luego consonantes, algunas tenían hasta tilde. Alana se encontraba encerrada en sus pensamientos y no era capaz de percatarse sobre lo que estaba haciendo o incluso detenerse.  

-Repasemos los contenidos de años anteriores antes de iniciar con los temas del último año ¿Alguien recuerda cuántos estados tenía el país antes de los Años Oscuros?- preguntó la profesora Robinson con el libro “Historia 3: La Nueva Era y sus comienzos”, tratando de incentivar a sus alumnos a interesarse en la clase.  Al recibir solo negativas observó a Isaac con ojos acusadores. El muchacho solo se recostó sobre su asiento evitando la mirada de su profesora, era obvio que no sabía la respuesta-. Me sorprende que estén a punto de ingresar en la vida adulta de la Comunidad. ¿Nadie puede responder la pregunta?- esta vez sus ojos color verde se inclinaron sobre la cabeza rubia de Alana. Siempre era ella quien respondía por todos.
Un chico reprochó por qué ellos deberían saber lo que las anteriores generaciones hicieron, lo que generó uno de los tantos discursos interminables de la profesora Robinson sobre la importancia de recordar el pasado y no cometer las atrocidades que ocurrieron en los Años Oscuros.  Alana no tenía noción de lo que sucedía a su alrededor, de hecho se sentía en un universo paralelo donde no existía una profesora Robinson que odiaba a los niños y adolescentes, ni clases de historia sobre un pasado atroz en el mundo, ni un Instituto Nueva Era que preparaba futuros ciudadanos que tenían que ser capaces de mantener el delicado y frágil equilibrio de la Comunidad.
Notaba el frío de la habitación aumentando cada vez más, pero no sentía nada en absoluto, no hasta terminar lo que había empezado. Las letras aleatorias estaban escritas en un mismo renglón, algunas juntas y otras separadas por espacios en blanco que pronto se verían llenados por nuevas letras. Trazo tras Trazo la frase empezaba a tomar sentido.

-… Y si ustedes, vándalos, no saben ni siquiera cuantos estados perdió este país debido a la Tercera Guerra Mundial, serán una bomba en potencia amenazando destruir todo lo que se ha intentado recuperar. Espero haberlo hecho recapacitar sobre su comentario desafortunado señor Thomas. Ahora ¿Nadie puede recordar cuántos estados poseía el país antes de la Guerra?- insistió nuevamente la mujer de cabellos canosos, anteojos gastados y mirada verde frente al enorme pizarrón blanco. Comenzó a caminar hasta el asiento de Alana con la idea de interrumpir lo que estaba haciendo y reprenderla si no sabía la respuesta. El mal humor usual de la profesora Robinson empezaba a aumentar con rapidez.
Alana terminó de llenar los espacios vacíos en el papel y observo detenidamente la frase que había logrado escribir, como si alguien más la hubiera escrito. Francés pensó. Pero ella no conocía el idioma. No tenía significado alguno esas palabras para ella. ¿Por qué lo había escrito? ¿Cómo lo escribió sin conocer la lengua francesa? Alana sintió que el mundo estuviera tambaleándose y ella estuviera en el centro sin donde aferrarse para no caer. Esa frase le provocaría su caída.

Ma vie ma décision quant à mon avenir.     

Alguien contestó la pregunta de la clase de historia lo que provocó que Alana volviera a unirse a la clase y a lo que parecía el mundo normal una vez más. “Treinta estados”. Error pensó Alana. La respuesta era cincuenta, ella lo sabía, pero sentía que todavía no podía intervenir en la escena. Isaac la miraba tres asientos a la derecha, confundido, pero la muchacha tampoco parecía percatarse de él.

-Alana- dijo una voz.

Era la profesora Robinson.

-¿Qué?- respondió la muchacha demasiado alto pestañando numerosas veces. El corazón aumentaba cada vez más su ritmo.

-Los estados señorita Reed. ¿Puede contestar a la preguntar o no?

-Cincuenta-murmuró largando el aire que tenía guardado. No recordó haber aguantado la respiración. Cerró rápidamente su cuaderno. Algo le decía que no debía hablar de lo que acaba de escribir, como si las palabras fueran peligrosas aunque no tenían significado alguno para ella.

-Muy bien- continuo, con una mirada desconfiada, la profesora-, ahora todos abran sus libros Nueva Era en la página 103, El fracaso de la ONU y los inicios de los Nuevos Acuerdos. Bien, ¿Todos saben de qué se encargaba esta organización antes de disolverse en los Años Oscuros? No se atrevan a no contestar o juro que los haré quedarse más tiempo- amenazó realmente la profesora Robinson. Manos empezaron a alzarse y los estudiantes arrojaban información a toda velocidad para evitar quedarse un minuto más con aquella amargada mujer.
Otra vez Alana sintió que se encontraba en otro lugar y alguien más ocupaba su asiento y presenciaba la clase. Tenía miedo de abrir su cuaderno una vez más y que todo comenzara de nuevo con otras palabras. Posó sus ojos una vez más en la ventana y noto cada imperfección del vidrio, desde la suciedad acumulada en sus bordes hasta algunas rajaduras diminutas que delataban su antigüedad.
Luego de la Tercera Guerra Mundial, San Francisco al ser el último estado del país en quedar en pie, se lo dividió en cuatro Zonas debido a los distintos puntos cardinales. Para mayor seguridad se cercó con los Muros el perímetro del territorio restaurado de San Francisco.
Pocos edificios habían sobrevivido a las bombas. Ya no había rastro de bibliotecas, cines, museos ni otras infraestructuras que antes eran muy populares entre las personas. Con lo poco que se consiguió recuperar, el Gobierno decidió restaurar los edificios de mayor importancia para la Comunidad, así es como el Instituto Nueva Era fue el primero en la lista, de esa forma los jóvenes empezarían a conocer y aprender los errores que tuvieron las generaciones anteriores y de esta forma evitar una nueva Guerra en el futuro. “El futuro está en sus manos” era el lema principal de todos los Institutos de cada Zona. El primer Instituto se restauró en Zona Sur, el hogar de Alana donde su familia intervino en eso también, pero luego otros edificios gemelos se vieron construidos en las otras Zonas de la Comunidad, aunque el mayor seguía siendo el del Sur.
Promesas fueron hechas de que pronto restaurarían el primer cine luego de tantos años, específicamente para el entretenimiento de la Comunidad y con esto se especuló sobre la posibilidad de eliminar el toque de queda para los jóvenes, pero hasta entonces la prioridad del Gobierno era finalizar las restauraciones esenciales de las Zonas más. La mayor se encontraba en la Zona oeste, famosa por su gran avenida completa de teatros devastados antiguamente utilizados por las generaciones anteriores para su recreación, pero como la tecnología era escasa desde los Años Oscuros la restauración de esa Zona se vio postergada, y en cambio solo se recuperaron algunas viviendas y, por supuesto, un Instituto Nueva Era para las personas que vivieran allí. De pequeña Alana e Isaac inventaban historias sobre la Zona Oeste y los teatros destruidos, imaginando las obras se habrían realizado en ellos, a las personas con elegantes vestimentas concurriendo a los eventos, los actores sobre el escenario interpretando a los diferentes personajes y las miles de butacas destinadas para los espectadores en búsqueda de diversión.
Claro estaba que en cualquier Zona estaba prohibido alejarse de la Comunidad y de los Muros si no eras un operador especializado. El Gobierno quería proteger el último rastro conocido (hasta el momento) de humanidad del país y tomaba ese trabajo muy enserio. Aunque casi nunca había incidentes en la Comunidad, Alana siempre se preguntó qué pasaría si alguien decidiera salir, ver las ruinas, conocer, pero al parecer nadie lo había intentado. Dentro no era un paraíso pero se vivía bien.  
Pudo percibir la mirada de Isaac y otras provenientes de sus compañeros también sobre ella, pero solo le interesaba la de su amigo. Se encontraba a dos asientos de distancia de ella, en un pupitre pintarrajeado por él mismo, algo que la profesora Robinson se encargaba de remarcárselo todos los días. El chico estaba enarcando una ceja, un gesto propio suyo, y mostraba confusión en su rostro. Alana sabía que su comportamiento no era del todo normal pero tenía la leve esperanza de que no se haya notado tanto, era evidente que se equivocaba. Alejó los pensamientos sobre aquella frase en francés que reposaba en su cuaderno y le dedicó una sonrisa forzada, a Isaac, tratando de transmitirle tranquilidad. Luego le explicaría lo ocurrido, aunque primero debería explicárselo a ella misma.
Una sensación de estar siendo observada le recorrió el cuerpo haciéndola estremecer como si la temperatura del salón hubiera bajado varios grados repentinamente. El frío se instaló en su nuca alertando todas sus terminaciones nerviosas obligándola a llevarse la mano al cuello, descubriendo que la zona estaba helada sin razón alguna. Tomó su bufanda de lana roja tejida a mano, regalo de su madre, y la envolvió alrededor del cuello tratando de actuar normalmente sin llamar aún más la atención. Por suerte el constante frío que padece el mundo ahora la excusaba perfectamente, casi todos en el lugar llevaban abrigos que los envolvían como capas de una cebolla ya que algunos días eran más helados que otros. Realmente perder el calor del sol apestaba. Pero esa sensación gélida no era normal y Alana lo sabía, se sentía como si alguien posara sus frías manos sobre su nuca haciendo presión contra ella. ¿Otra alucinación? Sin embargo, esto se sentía completamente diferente al momento que escribió las palabras francesas.
La presión congelada de esas manos invisibles sobre su cuello la dejaban sin aire. La muchacha empezó a desesperarse y su corazón dio un vuelco al darse cuenta que cuando intentaba respirar, el aire, no podía encontrar paso desde el exterior hasta sus pulmones. Sus ojos se llenaron de lágrimas y al ver a su alrededor se percató que todos estaban escribiendo algo que la profesora Robinson había comenzado a dictar totalmente compenetrada, perecía molesta como de costumbre. Buscó ayuda en Isaac pero el muchacho estaba metido en su cuaderno garabateándolo rápidamente como si no llegará a plasmar en la hoja todo lo que escuchaba por falta de tiempo.
La presión crecía cada vez más en la garganta de Alana, helando solo esa parte de su cuerpo, que irónicamente, estaba cubierta por la bufanda todavía. Intentó quitársela pero sus manos fallaron. Estaba siendo estrangulada por una presión invisible y no podía moverse para pedir ayuda.
Sin saber porque recordó la frase en francés escrita en su cuaderno. Pensó en cada palabra que, aunque no lo creyera, había salido de su propia cabeza. Ma vie ma décision quant à mon avenir. La presión comenzaba a debilitarse a medida que recitaba la oración francesa una y otra vez, ni siquiera sabía que podía pronunciarlas con perfecto acento pero lo estaba haciendo. Sintió como la garganta se relajaba pero aún necesitaba aire o sus pulmones explotarían en cualquier momento. Otra vez rezó la misma frase. Ma vie ma décision quant à mon avenir. Su corazón se aceleraba cada vez más a medida que las palabras eran mencionadas dentro de su cabeza. Ma vie ma décision quant à mon avenir. Aferró sus manos en las esquinas de su pupitre con tanta fuerza que sentía que podía romperlo en dos pedazos. Ma vie ma décision quant à mon avenir. Su visión estaba distorsionada por la acumulación de lágrimas no derramadas en sus ojos. Ma vie ma décision quant à mon avenir. Abrió la boca para hacer su último intento por respirar, si fallaba todo acabaría. 

Ma vie ma décision quant à mon avenir…

Entonces la oscuridad se apoderó de ella.









Nerón se despertó en la mitad de una pesadilla. Otra vez su hija lucía el traje blanco de los operadores, arma en mano y frialdad en la mirada. El sudor frío le recorría la espalda mientras se incorporaba en su cama, tenía el cuello con transpiración. Pasó la mano por su nuca con amargura, sentía el peso de la línea justo donde fue instalada. Pensó una vez más en su niña, el día se acercaba, el día que ella empezara a formar parte activa de la Comunidad, parte de esta mentira. “Una operadora” pensó con nauseas.
La puerta del cuarto se abrió con tanta delicadeza que solo podría tratarse de una persona. Era su esposa.

-Mi amor- dijo a medida que se asomaba despacio y con una sonrisa en sus labios-, ¿No vas a comer nada antes de ir al Instituto?

“La asamblea” recordó con amargura. El día parecía no tener fin e irónicamente para él, recién estaba comenzando. La noche anterior dejo los ojos en las pantallas digitales de alta tecnología, del nivel tres del edificio de Seguridad Vital, trabajando en lo que creía que jamás funcionaría. Pero hasta no tener un tiempo con su hija no podría averiguarlo.

-Si cariño, solo estaba descansando un poco- respondió Nerón tratando de olvidarse de su pesadilla y alejando todo pensamiento sobre la asamblea o todo el trayecto que debía transcurrir parar perfeccionar su proyecto antes de darlo a conocer a su esposa o a los demás. Tanya no necesitaba verlo preocupado, no ahora, y los otros se las arreglaban bien solos.
La mujer se sentó delicadamente en el borde de la cama, el amor por Nerón se le podía ver en los ojos sin esfuerzo. Se amaban. Pero no siempre la vida fue fácil para ellos. Hubo años donde Nerón nunca se hubiera imaginado que ahora podrían tener una familia.

-Sé que estas preocupado- empezó a decir Tanya mientras apoyaba delicadamente su mano en la mejilla de su esposo-, pero no tienes porque. Nuestra niña es fuerte y pronto comprenderá todo. Ya casi es tiempo.
Habían esperado por ese día toda la vida, tal vez incluso temían que llegara, pero ambos sabían que Alana era especial y ella más que nadie debía saberlo todo. La asamblea es solo el primer paso para introducirla a un mundo donde no todo es lo que parece. Nerón recordó el programa en el que estaba trabajando la noche anterior con dolor de cabeza, llevo sus manos al rostro y bostezo. Había pocas posibilidades de que haya resultado pero aun así había esperanzas y tiempo para perfeccionarlo por completo, eso le proporcionó el alivio necesario para seguir. Todavía había tiempo.

-Las voy a cuidar, no importa lo que suceda, siempre van a estar a salvo. Te lo prometo- murmuró Nerón acercándose a ella para besarla con ternura. Por un momento la idea de revelarle su trabajo clandestino atravesó su mente como una estrella fugaz, de las que ya no podían verse nunca más, pero concluyó en que era demasiado prematuro para hablar de ella ahora. Había tiempo. En cambio la rodeo con sus fuertes brazos de operador y se inclinó para besarla. Le gustaba ver a Tanya vestida de civil, no podría soportar verla con el uniforme blanco otra vez.

-¿Sellas la promesa con un beso?- río Tanya mientras se incorporaba para acostarse con su marido. Era tan hermosa su sonrisa que hizo que Nerón olvidara cualquier cosa que lo perturbara. Eso amaba de ella, no importaba que pasara, por lo menos siempre tendría su sonrisa con él.


-Sello  la promesa con mi vida, Tanya- respondió Nerón besándola nuevamente. Esta vez la ternura se convirtió en pasión.

Prólogo.



El fuego calentaba pero no quemaba. Los vidrios cortaban pero la piel no sangraba. El viento desbocado soplaba pero no movía ni un cabello de su melena rubia. Ella estaba sobre los escombros de una ciudad envuelta en llamas pero no sentía miedo. No sentía nada en absoluto. Caminó en línea recta sin rumbo. Pero no fue sino hasta que transcurrió varios metros cuando se dio cuenta que estaba descalza y con el mismo camisón blanco que tenía cuando se acostó a dormir. Una niña pasó corriendo por su lado y a diferencia de todo lo surrealista de la situación si pudo sentir a la pequeña chica de cabello negro como las alas de un cuervo. Al parecer las bombas no habían acabado con todos.
-¡Espera!- gritó Alana y se echó a correr tras ella. Mientras la niña corría su larga melena negra danzaba de una forma hipnótica. Alana no la conocía, no sabía absolutamente nada de ella pero aun así sentía que era lo único vivo, lo único real.
La niña se detuvo de repente lo que provocó un efecto en cadena haciendo que Alana se paralizará inmediatamente. Aguardó por alguna reacción de la pequeña criaturita frente a ella. Alana pudo notar que la niña tenía grandes ojos color miel que reflejaba, como si fuera un espejo perfecto, las llamas de su alrededor. Tampoco parecía que la nena sintiera el calor de las casas incendiadas alrededor de ellas.
-¿Cómo te llamas linda?- preguntó Alana con tanto dulzura en su voz como fuera posible. No quería asustarla, algo le decía que tenía que mantenerla con ella, cuidarla. La niña jugueteó con un mechón de su cabello, lo enredó en su diminuto dedo, lo soltó e introdujo el mismo dedo en la boca como si fuera un chupete para mordisquear. Estaba vestida con harapos sucios con lo que parecía un diminuto y sucio vestido rojo. Su único abrigo era un andrajoso saco de lana agujereada verde. Sus pies estaban al descubierto al igual que Alana. No tendría más de cuatro años de edad. Alana no pudo dejar de preguntarse dónde estaban sus padres.
-Ahora viene la nieve. Tenemos que entrar- respondió la niña con una voz aguda pero aun así totalmente cargada de seriedad. No parecía asustada.
-¿Qué nieve?- quiso saber Alana realmente confundida. El lugar estaba en llamas prácticamente y aunque no sentía que fuera real no perecía que estuviera a punto de nevar. Elevó la vista al cielo que se encontraba viciado por el humo, provenientes del incendio y pudo notar un destello blanco cayendo en dirección a ella. Lo que parecía un inofensivo copo de nieve perfectamente blanco chocó contra su frente provocándole un ardor en donde la había tocado. El fuego no la quemó en su momento, ni siquiera podía calentarla, pero esta especie de nieve era insoportablemente dolorosa al tacto. Llevo sus manos donde se encontraba el ardor y froto con energía la zona lastimada pero el copo de nieve no parecía despegarse de su piel.
-Tenemos que entrar, antes que todo se cubra de nieve. Antes de que todo sea blanco- las palabras salieron de la boca de la niña tan rápido que Alana no tuvo tiempo de moverse. Ahora miles destellos blancos caían del cielo. Los copos de nieve no solo la quemaban sino que también se adherían a su piel y por mucho que Alana intentará desprenderlos no se quitaban. Pronto tuvo los dos brazos completamente blancos y calientes. Pensó en Blancanieves, esa historia que su madre le había contado cuando era una niña. “Piel blanca como la nieve. Labios rojos como la sangre.”
-¡Espera!- obligó a su garganta a reaccionar al ver que la niña entraba en una casa totalmente en llamas. Alana conocía ese sitio pero la conmoción no la dejaba pensar. Intentó mover sus piernas pero estaban cubiertas de copos de nieve, si se podrían seguir llamando así, eso no era nieve común, era una trampa mortal.
-Aléjate del blanco- dijo la niña o al menos eso creyó Alana al intentar leerle los labios. Ya no había nada que hacer, estaba atrapada y su visión estaba distorsionada por los copos de nieve que ahora comprimían su rostro. Cerró los ojos con fuerza y cuando los volvió a abrir todo a su alrededor había desaparecido y en vez de las llamas y edificios devastados había solo nieve por doquier.
Blanco.
Escuchó la vos de la niña una vez más en su cabeza.

“Aléjate del blanco.”

jueves, 1 de agosto de 2013

Chloe (parte 1)



Hoy no esta saliendo como lo esperaba, el dinero no me alcanzará, tendré que decirle a Tony que no podré pagar la renta este mes, como el mes pasado y el anterior. Esto esta mal. Esta noche tiene que irme bien, todavía no ha terminado y tal vez en esta calle consiga algo. El solo hecho de pensarlo hace que me estremezca y lleve las manos a mi estomago sintiéndome enferma. Todavía no me recupero del último. 
El frío es seco, tengo las manos entumecidas y apenas siento mi rostro. Solo quiero dormir... sola. 
Si sigo caminando en linea recta no llegaré a ningún lado, al parecer hoy no hay más. Se que necesito el dinero pero mi cuerpo agradece que haya terminado. Me tropiezo torpemente con los tacos, ya no siento mis pies y creo que voy a caerme cuando percibo las luces de un auto frenando en dirección hacia mi. "¿Por qué tuviste que aparecer?" grita mi mente ya totalmente rendida. 
"Necesito el dinero" pienso mientras me acerco al coche tratando de no perder el equilibrio, no puedo espantar a éste. Baja su ventanilla y me mira con un ceño fruncido. Tiene agradables ojos azules que la poca luz los convierte en casi negros pero aún se aprecia su belleza. El cabello lo lleva corto pero no demasiado, podría despeinarlo si quisiera... Si él quisiera que lo haga. Lleva una camiseta negra lisa y jeans. Un hombre normal, atractivo, si lo viera en la calle diría que es noble, pero en estas circunstancias se que es un cerdo más. Las apariencias engañan, este trabajo me lo dejo muy claro. 

-Una hora por doscientos, dos por cuatrocientos, más no puedo ofrecerte cariño. Esta noche no- murmuro mientras ingreso la mitad de mi cuerpo dentro del auto por la ventanilla. La peor parte de este trabajo es tratarlos bien a ellos, los que generalmente te pegan o te insultan. Pero ellos tienen el dinero, yo no. 

-¿No te estas helando allí afuera caminando con tan poca ropa?- me pregunta delicadamente casi preocupado de verdad, mis oídos no están acostumbrados a escuchar este tipo de preguntas. ¿A qué diablos esta jugando? 

-Bueno podríamos calentarnos juntos, cariño- respondo siguiendo mi papel. Sin fallas, sin lágrimas, así se consigue el mejor dinero. 

-No tienes que hablar así ¿Lo sabes verdad?- murmura otra vez con esa voz tan dulce. "Perfecto, vamos al punto" pienso tratando de que todo sea rápido. Abro la puerta del acompañante desde adentro y me meto en el interior. Estaba la calefacción puesta y mi piel pálida y helada agradeció eso. Ahora más de cerca, el hombre, no resultaba para nada grotesco como lo que estoy acostumbrada a ver en este trabajo. Me pregunto que hace un hombre como el en esta situación conmigo, que tan desesperado debe estar por "amor", aunque al verlo detalladamente no creo que tenga problema en conseguir a alguna mujer. 
"Es un cerdo" reflexione antes de hablar.

-Bueno, entonces ¿Qué hacemos esta noche?

-¿Qué te parece si comemos? Estoy seguro que todavía no comiste- responde con esa voz que ya me saca de mis nervios. ¿Por qué sos dulce? No deberías ser así, no seas así.

-¿A qué diablos estas jugando?- chillo casi levantando la voz. No debí hacer eso, ahora viene el golpe, la cachetada, el puño. Cierro los ojos casi instantáneamente esperando el impacto en mi rostro pero nada llega, sólo el aire cálido del calefactor del auto. Se estaba agradable ahí adentro antes que el frío invierno de la calle desolada.

-¿Eliges tu el lugar para ir a comer o yo? Conozco uno muy bueno donde venden los mejores tacos de esta ciudad- dice casi como olvidandose que esta sentado con una puta en su coche. Porque eso soy, soy una puta. Entonces ¿Por qué no me trata como tal?

-Los tacos suenan bien- respondo mientras me aferro con mis manos a mi panza que gruñe quejandose de la falta de alimentos de hace casi ya dos días. Tal vez este hombre quiera jugar, darme de comer y luego llevarme al callejón fuera del restaurant y hacerlo ahí, o cabe la posibilidad que no me lleve a comer y haga lo que quiera de mi. Cualquiera de las dos no me interesan.

-Por cierto, me llamo Stan- me dice con sus manos en la llave del auto arrancándolo  Me mira con sus ojos azules preguntándome mi nombre sin palabras. Casi nunca digo mi nombre cuando estoy trabajando, no es que al cliente le interese demasiado. 

-Chloe- respondo repentinamente timida y no entiendo por qué. No puedo sostenerle la mirada, me siento demasiado sucia y desagradable a la vista... a su vista azul.
Si es un cerdo, estoy acostumbrada. 
Si es un golpeador, estoy acostumbrada.
Si es un pervertido, estoy acostumbrada.
Pero él es... ¿Agradable? Definitivamente no estoy familiarizada con este tipo de hombres. Me asusta pero por alguna extraña razón confío en Stan.