lunes, 11 de noviembre de 2013

Camila.

Ella está asustada. Está fumando un cigarrillo, como suele hacer cada vez que está nerviosa y no puede con su genio ¿Por qué está nerviosa? ¿Por qué ha comenzado a fumar hace tan sólo unas semanas atrás? Ella está esperando el colectivo como todas las mañanas, pero esta es diferente, porque ella es diferente. No es la niña de los trofeos de gimnasia artística que su madre añora y mira todas las noches antes de irse a dormir, orgullosa de su hija talentosa. No es la niña de los ojos de papá, que baila semanalmente rock and roll en la sala de la casa, tan grande que te costaría todo un día explorarla por completo. Ni si quiera es la niña de las fiestas de té que su hermana menor la obligaba a jugar todas las tardes en su cuarto y que luego su madre tanto se enojaba por el desorden que dejaban. Y sobre todo no era la niña de Teresa, el ama de llaves y madre a tiempo completo, que le cocinaba platos dignos del mejor restaurant de Buenos Aires, cada vez que llegaba a casa de la escuela, porque su verdadera madre no tenía tiempo, nunca tenía tiempo, eso decía ella. En casa de Camila nunca tenían tiempo las personas. Camila solía pensar de pequeña que cada vez que una persona entraba en su casa el reloj avanzaba más rápido y si las personas salían volvía a la normalidad. Camila siempre prefirió el tiempo fuera de su casa, ese que te permite realizar las pausas necesarias para vivir.  

Tiempo.

Si Camila hubiera tenido más tiempo. Si Camila hubiera esperado más tiempo en su casa. Si Camila hubiera aguardado por su padre que la llevara a la facultad de Filosofía y Letras de la Ciudad de Buenos Aires. Si no hubiera ido a tomar ese colectivo. Si no hubiera decidido anotarse en Filosofía, si no hubiera ignorado  los concejos de su madre sobre estudiar en una carrera diferente en una universidad privada.

Si no hubiera…

Nadie sabe cuál fue la secuencia de acciones que llevo a Camila a su misterioso destino. Nadie conoce la historia verdadera de Camila, ni sus más cercanas personas. Nadie sabe quién la seguía esa madrugada en la parada del 136. Nadie sabe que la hubiera salvado de lo que le haya sucedido. Nadie sabe que le sucedió.


Nadie lo sabe hasta ahora.

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