El fuego calentaba pero no
quemaba. Los vidrios cortaban pero la piel no sangraba. El viento desbocado
soplaba pero no movía ni un cabello de su melena rubia. Ella estaba sobre los
escombros de una ciudad envuelta en llamas pero no sentía miedo. No sentía nada
en absoluto. Caminó en línea recta sin rumbo. Pero no fue sino hasta que
transcurrió varios metros cuando se dio cuenta que estaba descalza y con el
mismo camisón blanco que tenía cuando se acostó a dormir. Una niña pasó
corriendo por su lado y a diferencia de todo lo surrealista de la situación si pudo
sentir a la pequeña chica de cabello negro como las alas de un cuervo. Al
parecer las bombas no habían acabado con todos.
-¡Espera!- gritó Alana y se
echó a correr tras ella. Mientras la niña corría su larga melena negra danzaba
de una forma hipnótica. Alana no la conocía, no sabía absolutamente nada de
ella pero aun así sentía que era lo único vivo, lo único real.
La niña se detuvo de
repente lo que provocó un efecto en cadena haciendo que Alana se paralizará
inmediatamente. Aguardó por alguna reacción de la pequeña criaturita frente a
ella. Alana pudo notar que la niña tenía grandes ojos color miel que reflejaba,
como si fuera un espejo perfecto, las llamas de su alrededor. Tampoco parecía
que la nena sintiera el calor de las casas incendiadas alrededor de ellas.
-¿Cómo te llamas linda?-
preguntó Alana con tanto dulzura en su voz como fuera posible. No quería
asustarla, algo le decía que tenía que mantenerla con ella, cuidarla. La niña
jugueteó con un mechón de su cabello, lo enredó en su diminuto dedo, lo soltó e
introdujo el mismo dedo en la boca como si fuera un chupete para mordisquear.
Estaba vestida con harapos sucios con lo que parecía un diminuto y sucio
vestido rojo. Su único abrigo era un andrajoso saco de lana agujereada verde.
Sus pies estaban al descubierto al igual que Alana. No tendría más de cuatro
años de edad. Alana no pudo dejar de preguntarse dónde estaban sus padres.
-Ahora viene la nieve.
Tenemos que entrar- respondió la niña con una voz aguda pero aun así totalmente
cargada de seriedad. No parecía asustada.
-¿Qué nieve?- quiso saber
Alana realmente confundida. El lugar estaba en llamas prácticamente y aunque no
sentía que fuera real no perecía que estuviera a punto de nevar. Elevó la vista
al cielo que se encontraba viciado por el humo, provenientes del incendio y
pudo notar un destello blanco cayendo en dirección a ella. Lo que parecía un
inofensivo copo de nieve perfectamente blanco chocó contra su frente
provocándole un ardor en donde la había tocado. El fuego no la quemó en su
momento, ni siquiera podía calentarla, pero esta especie de nieve era
insoportablemente dolorosa al tacto. Llevo sus manos donde se encontraba el
ardor y froto con energía la zona lastimada pero el copo de nieve no parecía
despegarse de su piel.
-Tenemos que entrar, antes
que todo se cubra de nieve. Antes de que todo sea blanco- las palabras salieron
de la boca de la niña tan rápido que Alana no tuvo tiempo de moverse. Ahora
miles destellos blancos caían del cielo. Los copos de nieve no solo la quemaban
sino que también se adherían a su piel y por mucho que Alana intentará
desprenderlos no se quitaban. Pronto tuvo los dos brazos completamente blancos
y calientes. Pensó en Blancanieves, esa historia que su madre le había contado
cuando era una niña. “Piel blanca como la nieve. Labios rojos como la sangre.”
-¡Espera!- obligó a su
garganta a reaccionar al ver que la niña entraba en una casa totalmente en
llamas. Alana conocía ese sitio pero la conmoción no la dejaba pensar. Intentó
mover sus piernas pero estaban cubiertas de copos de nieve, si se podrían
seguir llamando así, eso no era nieve común, era una trampa mortal.
-Aléjate del blanco- dijo
la niña o al menos eso creyó Alana al intentar leerle los labios. Ya no había
nada que hacer, estaba atrapada y su visión estaba distorsionada por los copos
de nieve que ahora comprimían su rostro. Cerró los ojos con fuerza y cuando los
volvió a abrir todo a su alrededor había desaparecido y en vez de las llamas y
edificios devastados había solo nieve por doquier.
Blanco.
Escuchó la vos de la niña
una vez más en su cabeza.
“Aléjate del blanco.”
La amoo!
ResponderEliminarGRACIAS!, te invito a que leas el capitulo 1 y el 2 entonces :)
EliminarWoww me encanto!! super genial iré a leer los dos primeros capítulos *-*
ResponderEliminarGracias! el tercero lo subiré entre hoy y mañana.
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