jueves, 27 de febrero de 2014

En el pasado.

El colectivo no está completamente lleno pero aún así hay personas paradas que no pudieron encontrar asiento. El reloj anuncia que el mediodía se acerca y mi estomago grita por comida. Me pregunto si las personas a mi al rededor están en igual de condiciones que yo. Me intriga conocer el destino de todas ellas, hacía donde van, de donde vinieron, porqué están acá, y creo que esa es la pregunta más importante de todas.

¿Por qué estamos acá? ¿Qué estamos haciendo acá?

La imagen de mi madre en una cama desarreglada, con sabanas color rosa pálido que reclaman un lavado viene a mi mente, como una estrella fugaz. Cada detalle sigue presente en mi mente. El olor a medicamentos costosos que al final no lograron cumplir su promesa de salvación, el sudor y lágrimas que siempre estaban presentes en su cuerpo, los gritos de mi padre enfurecido porque no mejoraba, como si fuera su culpa y, luego, la misma voz pidiéndole perdón, llorando a un lado de la cama toda la noche, cuidándola. Los recuerdos no me dejan olvidar su sufrimiento, mi sufrimiento y, supongo debo decir, el de mi padre. Pero no quiero pensar en él, eso solo me hundiría más en un pozo donde estoy cayendo. Siempre estoy cayendo. Los recuerdos nos hacen caer.

Anoche fue la primera vez. Una cachetada, limpia y rápida, como si fuera una caricia demasiado fuerte. Creo que siempre estuvo allí, latente, esperando por salir de las manos de mi padre, esperando que mi madre no estuviera para interponerse, para protegerme. Estoy desprotegida. Afirmarlo solo hace que mi miedo vaya en aumento, hasta un punto sin retorno, porque seguiré en estas condiciones un largo tiempo. Días que se transformarán en meses; meses en años; años en eternidad. Y no creo estar preparada para ello. Yo no soy mi madre, tampoco mi padre.

¿Quién soy? He aquí la pregunta más difícil de todas. Una duda existencial que cualquier persona del mundo ha formulado por lo menos una vez en su vida. Y estoy yo. Preguntándome quien soy por primera vez en 14 años, sentada en un colectivo, yendo a donde se supone es mi hogar. ¿Lo es? La respuesta no se hace esperar. No. Sin mi madre allí, ese lugar, es solo una casa hueca y vacía, que alberga un alcohólico con buena reputación y una vida secreta, y su hija pre-adolescente que se hace preguntas filosóficas en un colectivo, cuando debería preguntarse que habrá de comer.

Vuelvo a observar cada una de las personas a mi al rededor. Hace frío afuera pero a la luz del sol uno puede estar sin abrigo tranquilamente. Estamos en esa transición climática donde hay personas en la calle que visten sacos y camperas, mientras que otras lucen remeras y vestidos. Casi todos en el colectivo están con algún que otro abrigo, seguramente porque han salido muy temprano ese día de sus hogares. La mayoría escucha música a través de diminutos, y otros no tan diminutos, auriculares de distintos colores. Algunas transfieren el ritmo que llega a sus oídos, a sus extremidades, como manos y pies, y golpetean alguna zona de los asientos totalmente absortos en un mundo que solo ellos conocen. Nadie me conoce y yo no conozco a nadie, pero aún así compartimos algo: este colectivo. Tal vez la mujer de cartera de imitación barata este escuchando la misma radio que el muchacho de cabellos teñidos de azul, y sin saberlo están compartiendo algo más. En algún rincón de mi mente me imagino que hay posibilidades que la chica con uniforme de colegio privado y mochila exageradamente grande, también comparte algo conmigo. Un padre violento. Abajo de sus ropas, tal vez, haya moretones como los que mi madre intentaba maquillar para mí. Es probable que alguien este atravesando exactamente lo que yo vivo, y desde el fondo de mi corazón deseo ser la única.

El conductor frena bruscamente y el chico de cabellos azules se tropieza. Accidentalmente golpea a la mujer de cartera falsa, estoy esperando por presenciar una discusión pero nunca llega. Ambos se disculpan amablemente con una sonrisa y siguen escuchando detenidamente sus radios. Yo estoy sentada en el fondo del vehículo sin música y con mis pensamientos. Llegamos a una parada y descienden un grupo de personas, emprendiendo sus diferentes caminos. Yo no tengo uno en especial, solamente quiero sentir que pertenezco a algo, en este caso el colectivo, tan solo por un rato. No quiero volver a casa, quiero ir a cualquier lugar excepto allí. De pronto una idea aparece en mi mente.

Ojala dejara de existir.

Quiero encontrarme con mi madre, la quiero junto a mí para toda la eternidad. Pero me ha sido arrebatada. No. Ella es libre ahora y yo estoy ocupando su lugar. La estoy relevando de su trabajo más doloroso que ha tenido que atravesar jamas. Ser la esposa de mi padre. Ella estuvo en cada momento, en cada borrachera, en cada enojo salvaje, ella estuvo allí. Impidiendo que los golpes me llegaran y ahora se ha ido para siempre. No estoy preparada para suplantarla, no soy como ella, no soy mi madre, soy Ana y no tengo chance alguna. Quiero irme. Quiero dejarme ir hasta llegar a ella.

Ahora el sol, que iluminaba el lado izquierdo del colectivo, se posa sobre el lado contrario, donde estoy yo. Rápidamente sube la temperatura en este sector del vehículo y todos, como si fuera una coreografía programa y ensayada con meses de anticipación, se quitan sus respectivos abrigos. Camperas, sacos de hilo, buzos deportivos. Delante mío se encuentra en un asiento individual un joven que lleva puesto una campera con capucha tan grande que no deja ver su cuello. Al quitársela deja ver un tatuaje a la altura de la nuca, en letras negras y cursivas. Me quedo sin aire por un segundo y siento como mi cuerpo, de repente, no pesa nada en absoluto. La gravedad no existe por unos segundos. En la nuca bronceada del muchacho se lee:

NEVER SURRENDER (Nunca te rindas)

Y es todo lo que necesito. Es una señal, no puede ser otra cosa. Ahora lo sé. Siento que ese muchacho no tiene derecho  a llevar ese tatuaje, y que de alguna forma siempre debió estar en mi piel, pero no es así, él tiene su historia al igual que yo. Él no puede rendirse. Yo no puedo rendirme por ella, por mi y en parte por mi padre también, porque él sigue siendo mi padre después de todo. Tengo el futuro a mis pies y voy a tomarlo con manos firmes. Me voy a aferrar a la vida y voy a sobrevivir. Porque no puedo contestar a todas mis preguntas ahora mismo, pero si a una de ellas.

¿Qué estamos haciendo acá? Estamos sobreviviendo.

sábado, 15 de febrero de 2014

La silenciosa Ana: Sinopsis

Sinopsis.

Sin una madre que la proteja, Ana, esta atrapada en el infierno que su propio padre ha creado para no dejarla ir nunca. Tan acostumbrada al sufrimiento que hasta ha olvidado por completo lo que está bien y lo que está mal. 

De día Ana intenta actuar como una adolescente normal de 16 años que se ocupa únicamente del Instituto. De noche trabaja en secreto y en silencio, en un bar de mala muerte, para poder pagar las cuentas y deudas que acumula su alcohólico y abusivo padre. Ana no busca amistades ni relaciones porque ha perdido la fe en ello, y especialmente porque lo único que quiere hacer es largarse del pueblo que la vio crecer pero no sufrir. Su plan se complica cuando Eric, el chico de la clase de Literatura, descubre a Ana trabajando. Eric no descansará hasta averiguar qué secretos oculta la silenciosa Ana. 

viernes, 14 de febrero de 2014

La Silenciosa Ana.

Ella sabe que hay algo mucho peor que la muerte, incluso que el olvido mismo. El silencio. Pero no es el silencio que todos conocen y adoptan para vivir. No. Este silencio es un invento de ella, de esos inventos que uno tiene que hacerse para poder sobrevivir en un mundo extraño. Este silencio es tan peculiar como lo es ella y necesita del ruido para poder existir. Claro que si necesitaría de ruidos tan triviales como lo son las bocinas de los autos o las teteras hirviendo no sería un silencio especial, no sería el silencio de Ana. Los gritos de su madre eran el detonante.
Cada noche era lo mismo, como una obra perversa, su casa se convertía en el escenario perfecto para un crimen. Pero el crimen nunca se cometía ya que sería mucho más fácil, incluso liberador, y eso no era lo que él quería. Él era uno de los protagonistas, lamentablemente, diremos que era el villano. Ella, la mamá de Ana, era la segunda en cartelera e interpretaba el papel de una madre golpeada, por lo tanto siempre llevaba la cara cubierta de maquillaje para que su Ana (ella era la luz de sus ojos) no viera el calvario que vivía su madre. Y como todos los secretos se terminan descubriendo tarde o temprano, Ana lo supo. Una noche Él (no le pondremos nombre ya que un animal así no merece ni siquiera una identidad) llegó demasiado borracho a casa, tanto que el alcohol le salía por los ojos como lágrimas, tropezando con cada mueble que se le cruzara por el camino, casi deteniéndolo de lo que pensaba hacer. Susurraba, no, gritaba.

-¡ANA!

Nuestra pequeña Ana estaba en la cama, como todos los niños deberían estar a las tres de la mañana, y no respondió al llamado de él. Fue su madre quien se dirigió a la boca del lobo, todavía con los moretones latentes en el cuerpo de la ultima paliza.

-Esta durmiendo, por favor, no hagas esto.

La voz de la mamá de Ana era dulce, casi mostraba gotas de amor, pero de un amor perdido hace muchos años, sucio de su propia sangre derramada por la mano de  él, quien juro protegerla de todo mal.

-¡Es mi hija y quiero que se despierte!

La voz de él, en cambio, era dura y aunque arrastraba las palabras a causa de la borrachera se podía notar su decisión al reclamar por su hija. Si él la amo antes de la primera paliza nunca lo sabremos.

-¿Papá? ¿Mamá?

La voz de Ana derrochaba inocencia por todos sus tonos. Ella tenía tan sólo seis años y "papá" y "mamá" eran las pocas palabras que pronunciaba en el día, aunque "mamá" fue la primera que dijo. Eso molestó mucho a él y cuando él se molesta los golpes no se hacen esperar. Pobre mamá. Pobre Ana, ahora mismo.

-Vuelve a dor...

-¡No! Ven niña que quiero enseñarte algo.

-No la vayas a tocar.

Pero la Mamá de Ana no pudo terminar de hablar ya que un puñetazo le quito el aliento del cuerpo derribandola a un costado. Ana observaba asustada la escena sin entender realmente lo que ocurría.

-Ana, cariño, ven aquí un momento. ¡VEN TE HE DICHO!

Ana obedeció y como no iba a hacerlo, era su padre quien le hablaba. Aunque nosotros sigamos llamándolo él.
Él la tomó en brazos, como lo haría cualquier padre amoroso una tarde en alguna plaza jugando con su hija, pero este no era el caso. Ana tenía los cabellos rojizos sobre la cara, estaba completamente despeinada, todo en ella anunciaba que estaba durmiendo antes de que le arrebataran violentamente el sueño. Tenía muchas pecas que decoraban sus pequeñas mejillas rosadas, porque todo en Ana era pequeño. Era la pequeña Ana.

-Te voy a contar un secreto ¿quieres oírlo, Ana?

Ana asintió. Nada más podía hacer.

-Si quieres triunfar en esta vida debes hacer una cosa. No ser como la puta de tu madre.

-¡Basta!- lloró la mamá de Ana sin importarle recibir otro golpe, así era ella, todo por su pequeña Ana.

-¡Cállate! Ana mírame- pero Ana no miraba, Ana lloraba por su madre, por ella y por su padre-. Si quieres ser una buena madre, una buena esposa y no tener problemas, nunca seas como la puta de tu madre. Ahora vete a dormir que los grandes tenemos cosas que hablar.

Y Ana eventualmente lo hizo. Escuchó lo ultimo de una frase que gritó su padre a su madre antes del primer golpe. Algo relacionado a otro hombre pero nunca lo entendió.
Los gritos traspasaban las paredes y llegaban hasta el cuarto de Ana buscando un oído disponible. Ana tenía dos. La mamá de Ana nunca gritaba cuando él la golpeaba, no sea cosa que despierte a Ana, pero esta vez era diferente, esta vez ella misma se preguntó si iba a conseguir la libertad. Pero en esta historia la libertad no es algo bueno si entienden lo que digo.
Las lágrimas no se hicieron esperar en los verdes y grandes ojos de Ana. Lo único grande en ella eran sus ojos. No sabía que hacer. Los segundos se transformaron en minutos y luego en horas hasta que llego el silencio. Ana no recordaba desear nada con tanta fuerza, en su corta vida, como ese silencio. Entonces decidió que desde ese momento y para siempre, ese silencio, sería su aliado, su escudo y protector. Adoptaría ese silencio como el agua se adapta a las formas que la encierran. Si no podía lograr terminar con los gritos de su madre, ella los apagaría, los eliminaría.

Y eso hizo por diez largos y silenciosos años.

Hoy ya no es la pequeña Ana. Ella es la grande y silenciosa Ana.


martes, 11 de febrero de 2014

Lluvia.

-¿Quieres que te pida un taxi?

-Oh no, no te preocupes, si me apresuro puedo llegar antes de que llueva nuevamente. Gracias buenas noches Gary.

Era un viernes, último día laboral de una semana muy larga y llena de trabajo. Lo único que quería era llegar a casa y darme un baño caliente pero unas manzanas se interponían entre mi y mi merecido descanso. Para colmo, a mitad de día, una tormenta inesperada se posó sobre el cielo de California y las probabilidades de que no llegue a mi departamento antes de la lluvia eran pocas. Aún así preferí caminar. Solía correr todas las mañanas antes de llegar a la oficina, era más un ejercicio mental que físico, y me ayudaba a tomar decisiones. Tal vez una caminata nocturna me ayude ahora, aunque creo que necesitaría caminar hasta Arizona para poder pensar lo suficiente.
El cielo ya estaba completamente oscurecido, eran las nueve de la noche, y mi estomago lo sabía muy bien, puesto que estaba quejándose desde las ocho. Una brisa propia de los días de tormenta me revolvió el cabello alejándolo de mi cara y generandome una sensación escalofriante. Había salido de mi casa esa mañana con nada mas que un saco de hilo, claramente no estaba preparada para adentrarme al exterior durante una tormenta de verano, pero tenía esperanzas de llegar a tiempo.
De pronto mi celular sonó con la canción personificada que Nick se otorgó a si mismo. Mi estomago se volvió a quejar pero sabía que no era por hambre.

-Hola.

-Amor ¿Dónde estas?

-Estoy esperando un taxi- mentí. Me lamenté casi al instante por engañarlo en algo tan trillado, pero la verdad era que estaba tan confundida por su propuesta de vivir juntos que quería tener un poco de espacio, principalmente por el irónico hecho de que si aceptaba ya no iba a tenerlo. O por lo menos no completamente.

-Pude haberte ido a buscar, lo sabes- sonaba algo decepcionado. Nick era de los hombres que necesitaba sentirse útil todo el tiempo. Y yo era de las mujeres que necesitaba ser independiente todo el tiempo. Extraños planes nos tiene la vida para cada uno, tan extraños que terminamos juntos.

-Soy testaruda, lo sabes.

-Si lo sabré... En fin, quería preguntarte...

No más preguntas. 

-Nick, lo siento, esta llegando el taxi, hablamos mañana amor. Te amo- mentí otra vez. Amy te vas a ir al infierno pensé. Lo siguiente que hice fue colgar el celular. Lo amaba, en eso no estaba mintiendo, pero no podía manejar esto ahora.

Mi taxi invisible llegó y yo me dispuse a caminar más rápido. Los rayos iluminaban el manto negro lleno de nubes que era el cielo, y los truenos me hacían temblar constantemente. Tormenta eléctrica genial. Apresuré mi paso cuando noté que las primeras gotas me caían sobre la cabeza. Perdí. La lluvia me llevaba la ventaja y ahora yo me iba a mojar como nunca.
Las personas a mi al rededor empezaban a lucir sus paraguas de distintos diseños y tamaños. Yo era como un vagabundo que ve la comida de una familia que acababa de salir de Mcdonald's con deseo en los ojos y necesidad en el cuerpo. Si, me había olvidado el paraguas en casa. La lluvia empezó a tomar buen ritmo, miles de gotas caían por segundo mojando todo a su paso, y los rayos y truenos no se hacían esperar tampoco. Las calles, poco a poco, empezaron a inundarse por la falta de mantenimiento en las bocas de tormentas, llenas de basura. Pronto cruzar la calle se me hizo un desafío digno de los que otorgaban los Dioses en la Antigua Grecia. Todo estaba cubierto de agua y los autos solo lograban empeorarlo. Logré esquivar bastantes charcos pero mi suerte era limitada.

-Mierda- dije al fallar con mi salto y caer con los dos pies en una enorme laguna que se había formado junto a la acera.

Podía tranquilamente imaginar mis pies pálidos, blancos y helados debajo de mis zapatillas de tela, propias de esta época. Sentí frío en todo el cuerpo. La brisa había aumentado con toda la furia de la naturaleza y ahora podía sentir la falta de ese abrigo extra que se había quedado en el armario de mi habitación. Estaba empapada, completamente mojada, como si hubiera acabado de salir de darme una ducha con la ropa puesta y decidiera que era buena idea ir a caminar por la calle. Deseé en lo más profundo de mi negra alma, que la mentira que le había dicho a Nick fuera verdad, y que un taxi se materialice  junto a mí. Mi madre me diría que esta lluvia es nada menos que un castigo por mi pequeña mentira blanca. Lo que no sabía era que mi castigo no era la lluvia en sí, sino lo que había traído la lluvia.

Una bocina sonó llamándome.

Mi castigo.

-Olvídate pervertido. No voy a subirme, sigue tu camino.

La bocina sonó nuevamente, insistente en que dejara de caminar. Me detuve cabreada, por la lluvia, por la propuesta de Nick, por la mentira blanca, y por el estúpido conductor que se creía gracioso.

-¿Estas sordo, idiota?

-No, pero vos estas muy empapada.

Ahora el desconocido tenía rostro, uno que solo hasta ahora no sabía que todavía lo tenía en mi mente. Luego de diez años, tenía frente a mí una vez más a Jared. Y supe al instante que él era mi castigo.

Lolita ♥.♥



Yo, cínica.


Mi nombre es Anahí y lo que estas a punto de leer no son solo simples relatos. No. Estas a punto de emprender un viaje, el destino es nada menos que mi alma. Aunque no es solo ese aspecto el que vas a conocer de mí, no, esto es mucho más profundo, prácticamente me desnudaré ante ti, lector, para que sepas todos mis secretos, que algunos suelen llamar pensamientos cínicos.
Confío en que no me juzgues, como yo tampoco voy a hacerlo por leer esto.

DE DÍA.
Me despierto sin sentir nada, pero no me sorprende, tampoco había sentido algo cuando me acosté la noche anterior. Observo la ventana que esta justo encima de mi cama y noto que los rayos de sol me iluminan la cara. Al mudarme a este departamento, lo primero que sentí, fue que estaba encerrada en una caja, y ni siquiera era mi caja, no, esta era la caja del que me cobraba el alquiler. Decidí entonces que necesitaba una forma de cortar con mi recientemente descubierta claustrofobia, y elegí una posición estratégica para la ubicación de mi cama, en lo que sería mi nuevo cuarto. Justo debajo de la ventana. Y hasta ahora me resulta.
Los rayos de sol parecen hechos de oro, pienso. Es lo único que le da vida a mi habitación. Las paredes están pintadas de un azul marino oscuro, no fue mi elección, estaban así cuando llegué, y no es que tenga mucho dinero para remodelar este departamento. ¿Notaron que no hice mención de la trillada y abusada frase “mi hogar”? Bueno, es que este espacio físico no lo es y prefiero llamar a las cosas y/o personas por lo que son. Sin rodeos.
Una vez leí en una revista, lo que era inusual porque las detesto, me parecen superficiales y llenas de anuncios para que nos mantengamos consumiendo  y no logremos lo que creemos imposible, destruir al capitalismo. En esta revista llena de mujeres perfectas y vestimentas carisimas que solo usarías una vez en tu vida, pero claro ellos te hacen sentir que lo llevarías puesto hasta en el día de la muerte de tu perro, se mostraba un articulo sobre como tomar las riendas de tu vida. La mujer que lo escribió puntualizaba una serie de acciones que debería hacer uno si quiere ser un triunfador y, otra expresión trillada, ser feliz. En el puesto numero seis se encontraba el feng shui.  Para los que no estén familiarizado sobre este término es un ancestral sistema chino que nos serviría, si realmente funciona, para mejorar la distribución de la energía en nuestra vivienda. Un ejemplo rápido, según este pensamiento, nunca pongan un espejo frente a su cama porque refleja las malas energías de uno. Si me piden mi opinión, y se que nadie la pidió, yo tengo un espejo justo delante de mi cama. El secreto es que yo siempre tengo mis malas energías, o lo que sea, en el exterior, así nada me puede hacer daño.
Volviendo a mi despertar matutino. Abro los ojos. El cielo raso de mi cuarto tiene una cierta humedad amenazando el rincón izquierdo. Tengo que reparar eso. Escucho música pero no se de donde proviene. Mis oídos, provienen de mis oídos. No es mi cabeza esta vez. Me quito los auriculares y noto que me duelen los oídos. De todas mis malos hábitos este es uno de los que encabezan la lista. Escucho las voz de George Harrison desapareciendo mientras me los quito. Blow away es una de mis canciones favoritas. Tengo la teoría que escuchar tu canción preferida antes de irte a dormir es mucho más placentero que tener sexo justo antes de dormirte.
El reloj marca las ocho en punto y yo debería estar ya vestida bajando las escaleras para llegar a mi odioso trabajo a tiempo. Estoy buscando uno nuevo pero es casi imposible en estos momentos de crisis.
Supe que necesitaba uno nuevo, el día que me desperté mirando el reloj, pero no queriendo cinco minutos más para dormir, eso sería completamente normal. No. Deseé que retrocediera cinco años. Algunos pueden decir que es normal, querer revivir otros años vividos, tal vez uno atrás o dos, pero cinco años es demasiado. Ya era demasiado y lo sigue siendo pero no veo posibilidades de cambio en el horizonte.
El teléfono suena y yo dejo que lo haga para que la llamada caiga directo al contestador. Deseo que sea una excusa para faltar hoy al trabajo. No siento que pueda soportar a mis incompetentes compañeros o a mi fascista jefe. Hoy no.

-Hola Anahí. Estaba pensando que podríamos ir a comer esta noche si quieres, o podemos ir al cine. Hay una nueva película que…

-¡Déjalo ir!- grito mientras Marcos sigue con su patético intento de invitarme a salir.

Tengo una regla, o mejor dicho varias, pero esta es una de las principales. No me acuesto dos veces con la misma persona. Simple. Sin enamoramientos que alteran la razón; sin emociones que te desvían de tus metas en la vida; y sobre todo sin desencuentros amorosos que terminan con corazones rotos y escenas de llanto en plena vía pública. Esto no es una película basada en una novela de Nicholas Sparks. No. Esto es la vida, el mundo real, y es salvaje. Hay que buscar formas de sobrevivir ¿no?
No puedo seguir escuchando su voz por lo que decido arrojarle un zapato al teléfono, que falla y cae a un costado. Me tapo la cabeza con la almohada como si quisiera asfixiarme a mi misma. No se cuanto tiempo permanezco en esa posición pero es lo suficiente para que Marcos se diera por vencido con su ridícula llamada. Es hora de levantarse y comenzar a fingir que me gusta lo que hago.

El teléfono vuelve a sonar.

-Anahí-llorisquea una mujer al otro lado del télefono. Podría reconocer esa voz hasta el día de mi muerte. Mi pequeña hermana. Bueno no tan pequeña.

-Anahí- repite entre sollozos y yo estoy demasiado perdida como para levantar el tubo del teléfono. Levántate- Mamá…

Ese es mi despertador. No el pequeño aparato gris que esta junto a mi cama. La gente no necesita despertadores eléctricos, a veces solo necesitan un despertador humano.

-¿Qué paso con mamá, Ariel?- preguntó con la voz entre cortada.

-Otra vez tiene un episodio, te necesito, por favor.

Estos momentos son los que me demuestra que irónica es la vida. Puedo imaginarla sobre mi diciéndome “¿Querías faltar al trabajo? Toma esto” y luego se reiría de mi todo el día, como si fuera una nube de lluvia que se posa arriba mio solo para mojarme a mi, igual que los dibujos animados.


-Estoy en camino.






jueves, 6 de febrero de 2014

Prohibido.


La veo allí parada y mis rodillas tiemblan sin importarles que pueda llegar a caerme al piso. Es tan hermosa. Y esta con él. Puedo sentir que el corazón se rompe con cada movimiento de ellos dos. Se que aunque no me mire está pensando en mi, lo se porque yo también pienso en ella. Siento como si nuestras almas estuvieran conectadas de una forma totalmente ridícula para el contacto físico. No. Esto es mucho más fuerte. Es una especie de lazo que nos une, que nos obliga a buscarnos, a amarnos.

¿Cómo puede esto ser un error? La respuesta es sencilla. No lo es.

Nuestras miradas se cruzan por un momento y el tiempo a nuestro al rededor se paraliza por completo, dejándonos a nosotras como las únicas protagonistas de esta obra enfermiza llamada vida. Lo puedo sentir. Su cuerpo grita por mi, desde sus grandes ojos cafés, hasta sus finos labios. Ella es la droga prohibida que me hace sentir capaz de poder volar.
De repente me siento enferma allí parada en el largo pasillo mirándola como esta de la mano de alguien más. Alguien que se muy bien ella no ama ni desea. La rabia se apodera de mi y ya no tengo uso de razón. Estoy harta de fingir, aparentar algo que no soy, solo porque alguien alguna vez se le ocurrió que los niños usan azul, las niñas rosa y las personas del mismo género no pueden amarse. Que pensamiento tan estúpido. ¿Cuántas personas nunca encuentran esa persona que los hace sentir invencibles, capaces de conquistar el mundo solo para otorgárselo a ese ser especial? Yo la encontré. Y es totalmente doloroso no poder tomarla de la mano frente a toda la maldita secundaria.

-Lesbiana- susurra una chica que pasa a mi lado. Lo dice lo suficientemente alto como para que escuche su insulto. Pero hay un problema en su razonamiento, al igual que el de toda esta maldita sociedad. Ser gay no es un insulto. Es mi realidad y la escojo todo los días. Pero principalmente la elijo a ella todos los días.

El valor inunda mis venas llenándome de un éxtasis propio de un drogadicto de heroína. Me siento capaz de cualquier cosa, porque ella logra eso en mí, y tan solo con una mirada. Camino. Corro. No puedo esperar más. Ella quiere seguir con su actuación heterosexual pero yo no. Me cansé.

-Ariel- digo como si fuera una orden y no su nombre. Casi como un reflejo corporal ella suelta la mano de él y se aleja para encontrarme. Tal vez quiere que me marche pero no se anima a hacerlo frente a él. No me interesa en lo absoluto porque estoy decidida. Ella es mía.

-No- respondo a su comentario indirecto y visual. Lo siguiente que hago es besarla.

La beso por segundos, tal vez minutos, solo se que nunca será suficiente. Puedo sentir las miradas de todos sobre mi, quemando mi piel, como si quisieran crucificarme viva por lo que estoy haciendo. Por lo que estamos haciendo. Ariel me está devolviendo el beso con toda la pasión que se que tiene escondida en su interior. Por un momento se olvida de su papel, yo me olvido del mio, y solo somos eso, dos personas enamoradas. Pero todo buen momento tiene su final.

-¡Miren a las lesbianas!- grita una voz desde el exterior de nuestra burbuja personal. Ni si quiera puedo diferenciar si es un hombre o una mujer.

Lo siguiente que sucede nunca voy a olvidarlo en mi vida. Ariel se pone rígida como una roca y ahora se que ha vuelto a su papel y la obra continua para todos. Salta a la vista que todavía le interesa lo que piensan los demás. No la culpo pero me duele. Y mucho.

-¡Basta!- chilla intentando parecer horrorizada. Pero cuando la observo detenidamente puedo notar que en verdad lo esta. Y eso termina de lastimarme por completo-. No quiero ser gay Maia, entiéndelo. Quiero ser normal.

Y escapa.

Siento como mi alma se cae ante mis pies cuando digo:

-Para mi eres normal. Para mi eres todo.



Untitled

miércoles, 5 de febrero de 2014

Carrie.

Sinopsis
Carrie es una trotamundos y como tal no siente la necesidad de permanecer en un mismo lugar por mucho tiempo. Ella necesita estar en movimiento constante. Pero una llamada que lo cambiará todo en su vida la hará volver al lugar donde todo comenzó. Su hogar.



 (Algún capitulo)

Bajo del taxi como una completa zombi, sin pensar por un momento en donde estoy, que estoy haciendo, y sobre todo, que estoy por hacer. Mejor dicho, no sé qué voy a hacer. Mamá me dijo claramente que no interviniera por mi cuenta, porque a quien quiero engañar, soy una persona completamente inestable en estos momentos. Pero no puedo estar en un hotel con los brazos cruzados mientras unos completos extraños están en mi casa. Bueno técnicamente ya no lo es. Y técnicamente esos extraños eran mi familia. Una oleada de odio me recorre el cuerpo haciendo hervir mi sangre al darme cuenta de la posición en la que me puso mi padre. No sé qué voy a hacer pero no será nada bueno.
La casa está doblando la esquina, tan cerca que hasta podría jurar que me está llamando. Porque es mía y de nadie más. El solo pensar que hay tres completos desconocidos viviendo en donde yo crecí me revuelve el estómago. Pienso por un momento que tal vez ellos no tuvieran la culpa de que mi padre, ¿nuestro padre?, sea un cerdo, mitómano con dos familias. Mi madre me explico claramente que ninguna de las dos esposas sabía de la existencia de la otra. Bueno la esposa ya no es un problema, está muerta,  solo tenía que lidiar con sus hijos. Mis medios hermanos. Dios, sigo sin creer por lo que estoy a punto de atravesar.
Calle 45. Aquí es. No puedo razonar con claridad. Mi mente está sufriendo una avalancha de recuerdos que insisten en explotarme violentamente la cabeza. Están ahí mis padres y yo, jugando en el gran living. El piso de madera, con la gran alfombra verde, que tanto le gustaba a mamá y que yo tanto ensuciaba. Mi cuarto y las innumerables muñecas que traía para mí, papá, cada vez que se iba de viaje. Lo único que yo no sabía era que no estaba en un viaje de negocios, en una reunión, en un aeropuerto donde los vuelos se habían cancelado por el mal tiempo. No. Él estaba con su otra mujer, con sus otros hijos, en otra casa.
Maldito mentiroso.
Mis manos están en forma de puños y siento como mis uñas me lastiman la piel pero no me importa. No es que pueda sentir algo en estos momentos. Podría atropellarme un camión y nunca me daría cuenta. La verdad, hasta en algún punto, enfermizo y retorcido lo deseo. Desaparecer de este mundo desagradable, lleno de personas que no son quienes dicen ser.
Otro recuerdo estalla en mi mente encegueciéndome  aún más. 

-Papá.

-¿Si?

-¿Tú la quieres a mamá? Es decir ¿La amas como en las películas del cine?

-¿Por qué preguntas eso? Por supuesto que la amo, Carrie.

-Es que hay un niño en clase que dijo que sus padres se van a… No recuerdo la palabra papá. Empezaba con D de dinosaurio.

-Divorciarse.

-¡Eso! Divorciarse. Bueno, él dijo que se iban a divorciar porque su padre tenía una amiga muy cariñosa y él era muy cariñoso con ella. Eso le dijo su madre. Tú no tienes amigas cariñosas ¿verdad?

-Nunca mi vida. Yo siempre seré tuyo y de tu madre. Lo prometo.


El recuerdo ya no está más pero el dolor está ahí, apoderándose de mi mente, cuerpo y alma. Me duele tanto la cabeza que no puedo pensar más. No quiero pensar más. Solo quiero romper todo lo que tenga aunque sea la más mínima esencia suya. Nunca volveré a ser tan estúpida como para creer promesas de las personas. El hombre no puede prometer porque no tiene la capacidad de cumplir con su palabra y nunca la tendrá. 
Visualizo la casa una vez más. Mentiroso. Todo lo que está ahí adentro me pertenece, pero a la vez alberga tantos recuerdos de él. Mentiroso. Quiero destruirlo todo, cada ladrillos, cada ventana, cada cuarto de esa maldita casa llena de mentiras. Mentiroso. Pienso en prenderla fuego con todo y todos adentro, purificarla de todas las mentiras que se han dicho dentro de ella, y acabar con su maldito recuerdo. Mentiroso. El accidente había acabado con él. Mentiroso. Yo acabaré con su recuerdo.

¡MENTIROSO!- grito por primera vez en voz alta. No recuerdo en que momento las tomé, pero ahora las tengo, son tres piedras realmente grandes, más aún que la palma de mi mano. Necesito todas mis fuerzas para arrojarlas hacia la casa. Y eso me hace tropezar a medida que avanzo hacia mi objetivo.
Primero se rompen los cristales de las ventanas. El ruido me provoca un éxtasis que me obliga a seguir con mi acto de vandalismo. Iré a la cárcel pienso mientras arrojo otra piedra más. Si ellos están adentro, llamarán a la policía, y yo iré a la cárcel. No me importa. Por mí que se rompan con la casa en sí misma.
Grito con cada lanzamiento. Grito de dolor y rabia. Grito porque las piedras están tan pesadas que levantarlas me lastima las manos. Grito porque no tengo nada en el mundo que sea verdadero.
Grito porque estoy destruyendo lo que queda de mi hogar.
De pronto lo escucho. No soy la única que grita. Hay alguien más en esta escena. Un hombre.

-¡¿Qué demonios crees que haces, loca?!

Efectivamente es un hombre. Y sale de mi casa corriendo para detenerme. Bueno ya no tiene que hacerlo, estoy paralizada o en shock, y las piedras ya no están mis manos. Las solté por el miedo que me provoca enfrentarme a esta persona.

¿Es ese mi medio hermano?

-¡Loca de mierda! Destruiste todo. Vete de aquí antes de que llame a la policía- grita el hombre que acaba de salir de mi casa. No se acerca a mí. Tal vez tenga miedo de que sea una persona desequilibrada con todas las letras y guarde en mi mochila un arma o un cuchillo. En lo segundo se equivoca, en lo primero no.

Me he vuelto loca. Las mentiras de mi padre me han vuelto loca.

¿Es él?

-Eres mi medio hermano ¿verdad?- pregunto sin poder contenerme antes. Ya había destrozado el frente de la casa para que detenerme ahora. Necesitaba saber si él era mi medio hermano. Ahora que lo pienso podría haber visto una fotografía de él antes de venir hasta aquí. Estupida Carrie.

No responde. La pregunta lo tomó por sorpresa seguramente, sin mencionar que una completa extraña empiece a apedrear el lugar donde está viviendo. Por todos los cielos debe ser él. Él está viviendo en mi hogar y ahora estamos a punto de enfrentarnos.

-No.

Escucho la respuesta pero no proviene del muchacho que tengo enfrente. Detrás de él la puerta está abierta y en el umbral hay otro joven y dos niños atemorizados. De mí pienso con amargura. El muchacho de la puerta vuelve a hablar pero ya se lo que va a decir antes de tiempo.

Esos ojos azules.

-Yo soy tu hermano.


ghreat