-Oh no, no te preocupes, si me apresuro puedo llegar antes de que llueva nuevamente. Gracias buenas noches Gary.
Era un viernes, último día laboral de una semana muy larga y llena de trabajo. Lo único que quería era llegar a casa y darme un baño caliente pero unas manzanas se interponían entre mi y mi merecido descanso. Para colmo, a mitad de día, una tormenta inesperada se posó sobre el cielo de California y las probabilidades de que no llegue a mi departamento antes de la lluvia eran pocas. Aún así preferí caminar. Solía correr todas las mañanas antes de llegar a la oficina, era más un ejercicio mental que físico, y me ayudaba a tomar decisiones. Tal vez una caminata nocturna me ayude ahora, aunque creo que necesitaría caminar hasta Arizona para poder pensar lo suficiente.
El cielo ya estaba completamente oscurecido, eran las nueve de la noche, y mi estomago lo sabía muy bien, puesto que estaba quejándose desde las ocho. Una brisa propia de los días de tormenta me revolvió el cabello alejándolo de mi cara y generandome una sensación escalofriante. Había salido de mi casa esa mañana con nada mas que un saco de hilo, claramente no estaba preparada para adentrarme al exterior durante una tormenta de verano, pero tenía esperanzas de llegar a tiempo.
De pronto mi celular sonó con la canción personificada que Nick se otorgó a si mismo. Mi estomago se volvió a quejar pero sabía que no era por hambre.
-Hola.
-Amor ¿Dónde estas?
-Estoy esperando un taxi- mentí. Me lamenté casi al instante por engañarlo en algo tan trillado, pero la verdad era que estaba tan confundida por su propuesta de vivir juntos que quería tener un poco de espacio, principalmente por el irónico hecho de que si aceptaba ya no iba a tenerlo. O por lo menos no completamente.
-Pude haberte ido a buscar, lo sabes- sonaba algo decepcionado. Nick era de los hombres que necesitaba sentirse útil todo el tiempo. Y yo era de las mujeres que necesitaba ser independiente todo el tiempo. Extraños planes nos tiene la vida para cada uno, tan extraños que terminamos juntos.
-Soy testaruda, lo sabes.
-Si lo sabré... En fin, quería preguntarte...
No más preguntas.
-Nick, lo siento, esta llegando el taxi, hablamos mañana amor. Te amo- mentí otra vez. Amy te vas a ir al infierno pensé. Lo siguiente que hice fue colgar el celular. Lo amaba, en eso no estaba mintiendo, pero no podía manejar esto ahora.
Mi taxi invisible llegó y yo me dispuse a caminar más rápido. Los rayos iluminaban el manto negro lleno de nubes que era el cielo, y los truenos me hacían temblar constantemente. Tormenta eléctrica genial. Apresuré mi paso cuando noté que las primeras gotas me caían sobre la cabeza. Perdí. La lluvia me llevaba la ventaja y ahora yo me iba a mojar como nunca.
Las personas a mi al rededor empezaban a lucir sus paraguas de distintos diseños y tamaños. Yo era como un vagabundo que ve la comida de una familia que acababa de salir de Mcdonald's con deseo en los ojos y necesidad en el cuerpo. Si, me había olvidado el paraguas en casa. La lluvia empezó a tomar buen ritmo, miles de gotas caían por segundo mojando todo a su paso, y los rayos y truenos no se hacían esperar tampoco. Las calles, poco a poco, empezaron a inundarse por la falta de mantenimiento en las bocas de tormentas, llenas de basura. Pronto cruzar la calle se me hizo un desafío digno de los que otorgaban los Dioses en la Antigua Grecia. Todo estaba cubierto de agua y los autos solo lograban empeorarlo. Logré esquivar bastantes charcos pero mi suerte era limitada.
-Mierda- dije al fallar con mi salto y caer con los dos pies en una enorme laguna que se había formado junto a la acera.
Podía tranquilamente imaginar mis pies pálidos, blancos y helados debajo de mis zapatillas de tela, propias de esta época. Sentí frío en todo el cuerpo. La brisa había aumentado con toda la furia de la naturaleza y ahora podía sentir la falta de ese abrigo extra que se había quedado en el armario de mi habitación. Estaba empapada, completamente mojada, como si hubiera acabado de salir de darme una ducha con la ropa puesta y decidiera que era buena idea ir a caminar por la calle. Deseé en lo más profundo de mi negra alma, que la mentira que le había dicho a Nick fuera verdad, y que un taxi se materialice junto a mí. Mi madre me diría que esta lluvia es nada menos que un castigo por mi pequeña mentira blanca. Lo que no sabía era que mi castigo no era la lluvia en sí, sino lo que había traído la lluvia.
Una bocina sonó llamándome.
Mi castigo.
-Olvídate pervertido. No voy a subirme, sigue tu camino.
La bocina sonó nuevamente, insistente en que dejara de caminar. Me detuve cabreada, por la lluvia, por la propuesta de Nick, por la mentira blanca, y por el estúpido conductor que se creía gracioso.
-¿Estas sordo, idiota?
-No, pero vos estas muy empapada.
Ahora el desconocido tenía rostro, uno que solo hasta ahora no sabía que todavía lo tenía en mi mente. Luego de diez años, tenía frente a mí una vez más a Jared. Y supe al instante que él era mi castigo.
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