martes, 26 de noviembre de 2013

Aidan. Nivel 3

   Si bien los dos primeros niveles no fueron letales lo único que Aidan quería, era dormir, y al despertar ver a su dulce hermana Mila pidiéndole por sus tostadas favoritas: sin corteza y con mermelada. Pensar en ella sólo hizo que sus deseos de terminar el maldito juego aumentaran, pero recordó casi al instante que todavía le quedaban unos largos y misteriosos niveles por delante.
  Ahora era el turno del nivel 3.
  Visualizó sus oportunidades. Buscar un refugio era lo primero, por lo menos hasta que, lo que sea que fuera el desafío del nivel 3, se materialice. Los resultados fueron poco alentadores, ya que se encontraba en una especie de campo inmensamente desierto, donde sólo estaba él. ¿Dónde estaban los demás jugadores? ¿Dónde estaba Esmeralda? Se molestó consigo mismo por pensar en ella, y alejó todo pensamiento que la involucrara. El siguiente punto del que tenía que encargarse era la comida. No sabía cuánto tiempo llevaba en el juego, y si el reloj funcionaba igual en Génesis que en la vida real, aunque después de lo que vio en el nivel 1 y 2, ya no sabía lo que era real. Su estómago se quejó a cada paso que Aidan daba, pero la idea de conseguir comida parecía tan lejana en esa extensión de tierra plana y desierta, que tuvo que morderse el labio para ignorar el hambre. El sabor metálico de la sangre inundó su boca provocándole una expresión de asco en la cara. Aidan sabía que no podía divagar mucho tiempo más en ese campo, algo debía aparecer, ya sea un monstruo, una catástrofe natural, podría ser lava o tal vez una lluvia de meteoritos espaciales. No, eso sonaba ridículo, pero es que todo ya le parecía ridículo. Recordó la mujer del nivel 2 y lo ridículamente hermosa que era, sin mencionar su estúpido y repentino amor por ella, tanto que era capaz de quitarse la vida sólo porque ella lo ordenaba. Recordó el desafío del nivel 1 y como se perdió en la inmensidad de una gran ciudad que se parecía tanto a Calix, a su hogar. La recordó a ella y como lo ayudó a atravesar los primeros niveles, pero no, no quería pensar en Esmeralda, no ahora, que se sentía debilitado por el hambre y el calor. Tal vez pudiera aparecer de la nada y matarlo, sólo para aligerar la competencia y el estaría demasiado embalsamado pensando en ella, en si se contraría a salvo, como para defenderse. De pronto sintió un gran odio hacia aquella mujer. ¿Cómo se atrevía a adentrarlo en el juego, luego ayudarlo y terminar intentando matarlo en el final del nivel 2? 


  “Las mujeres son peligrosas.”-dijo. Tenía razón.


   Luego de lo que parecieron horas caminando sin un rumbo fijo, los pies de Aidan se negaron a dar un paso más, y lo hicieron tropezar sin piedad. La sed se unió al hambre hacía mucho, pero seguía sin encontrar indicios de vida en ese lugar. Intentó levantarse y notó, irónicamente, que aunque no hubiera probado bocado en horas, tal vez hasta un día entero porque no estaba familiarizado con el paso del tiempo en Génesis, su cuerpo pesaba el doble que antes. Levantó la vista al cielo tan desierto como la tierra, sin una nube a la vista y de un celeste intenso que le recordó los ojos de Jared cuando recién había nacido. El rostro de su hermano se materializó en su cabeza como un fantasma, para recordarle porque estaba allí, porque seguía en ese juego enfermizo: Debía ganar por ellos.
   Antes que Aidan pudiera levantarse totalmente, el cielo azul se transformó completamente a un gris aterrador lleno de nubes que amenazaban la tranquilidad del campo. Algo se aproximaba, lo podía sentir en los huesos. 


Al fin el verdadero desafío del nivel 3 comenzaba. 

lunes, 25 de noviembre de 2013

Camila 2

   Algunas personas dicen que cuando uno es pequeño y pierde un ser querido, el dolor, es menor y más llevadero, porque claro, uno es tan diminuto que no asemeja los grandes acontecimientos como lo haría un adulto. Bueno, por experiencia propia, puedo decirle a estos charlatanes que se equivocan por completo. Recuerdo con claridad cada detalle, aunque minúsculo sea, de la tarde en que me informaron que mi hermana mayor había muerto.
   El calor se hacía sentir en Buenos Aires. Recuerdo que, como eran vacaciones de verano, tenía interminables horas para jugar, pero siempre el mismo problema: ningún amigo. Yo estaba sentada en el sillón de una forma bastante infantil, de cabeza y con los pies apuntando al techo, mientras miraba Plaza Sésamo. Me gustaba ver las cosas de una perspectiva diferente. Al revés era una de mis favoritas. En la pantalla se veía al monstruo de las galletitas haciendo alguna de sus travesuras que tanto me gustaba imitar. El personaje estaba tratando de alcanzar un gran tazón lleno de galletas de chocolates que se encontraba en la parte superior de una gran heladera y obviamente tenía que recurrir a una serie de intentos ridículos y peligrosos para alcanzarlas. El resultado era totalmente predecible, el monstruo perdió el equilibrio mientras intentabas subir por una escalera ridículamente alta y al caer se aferró a la heladera con sus pequeñas manitos azules de monstruo, derribándola sobre él mismo. Me reí hasta que tuve que sentarme adecuadamente en el sillón para poder respirar mejor, creo que también ayudó que estuviera de cabeza varios minutos y mi miedo a que toda mi sangre se me fuera al cerebro.
   El timbre del teléfono hizo eco en la inmensidad de mi hogar, que a veces creía era demasiado grande para sólo cuatro personas, y más en aquel momento que mi hermana, Camila, había empezado la universidad. Para colmo Camila conoció a su novio Matías ese mismo año. Recuerdo lo enojada que estaba cuando los vi juntos por primera vez. Pero no voy a hablar de él, eso vendrá después. Volviendo a esa llamada telefónica que irrumpió tan descortésmente en mí casa, puedo decirles que nunca me hubiera imaginado lo que realmente significaba.

   -¡Teresa! Estoy mirando Plaza Sésamo-grité como una niña caprichosa, como lo que era, como lo que me dejaba ser Teresa, que tanto me mimaba.

  -Lo se señorita no se preocupe- respondió desde la cocina con total gentileza y alegría, como Teresa siempre era. ¿Quién iba a decir que a partir de ese momento no la volvería a escuchar de esa forma?

   Un par de minutos pasaron, algunas escenas del monstruo de las galletas y sus amigos, hasta que finalmente recordé que era  la hora de comer, gracias a las quejas de mi estómago. Mi instinto fue buscar a Teresa, porque siempre la buscaba para todo. No tenía a nadie más durante el día. Le grité para no tener que moverme del sillón pero no hubo respuesta, sólo entonces recordé la llamada telefónica. Decidí que era mejor averiguar por mi cuenta qué era lo que retenía tanto a Teresa.

   -Tengo hambre Tere…


   No pude terminar la frase. Nunca la había visto de esa manera. Estaba pálida, como si hubiera visto un fantasma, temblaba frenéticamente, y se aferraba al teléfono como si su vida dependiera de ello. No comprendía lo que estaba sucediendo, en un momento estaba viendo mi programa favorito esperando por la exquisita comida de Teresa que siempre me preparaba al mediodía, y en el otro estaba tratando de levantar a Teresa del suelo. Mi infantil mente pronto pudo deducir que la llamada de teléfono había sido la culpable de cualquier mal que le estuviera pasando a Teresa, aunque pronto descubriría que también me afectaría.

Principalmente a mí. 

lunes, 11 de noviembre de 2013

Camila.

Ella está asustada. Está fumando un cigarrillo, como suele hacer cada vez que está nerviosa y no puede con su genio ¿Por qué está nerviosa? ¿Por qué ha comenzado a fumar hace tan sólo unas semanas atrás? Ella está esperando el colectivo como todas las mañanas, pero esta es diferente, porque ella es diferente. No es la niña de los trofeos de gimnasia artística que su madre añora y mira todas las noches antes de irse a dormir, orgullosa de su hija talentosa. No es la niña de los ojos de papá, que baila semanalmente rock and roll en la sala de la casa, tan grande que te costaría todo un día explorarla por completo. Ni si quiera es la niña de las fiestas de té que su hermana menor la obligaba a jugar todas las tardes en su cuarto y que luego su madre tanto se enojaba por el desorden que dejaban. Y sobre todo no era la niña de Teresa, el ama de llaves y madre a tiempo completo, que le cocinaba platos dignos del mejor restaurant de Buenos Aires, cada vez que llegaba a casa de la escuela, porque su verdadera madre no tenía tiempo, nunca tenía tiempo, eso decía ella. En casa de Camila nunca tenían tiempo las personas. Camila solía pensar de pequeña que cada vez que una persona entraba en su casa el reloj avanzaba más rápido y si las personas salían volvía a la normalidad. Camila siempre prefirió el tiempo fuera de su casa, ese que te permite realizar las pausas necesarias para vivir.  

Tiempo.

Si Camila hubiera tenido más tiempo. Si Camila hubiera esperado más tiempo en su casa. Si Camila hubiera aguardado por su padre que la llevara a la facultad de Filosofía y Letras de la Ciudad de Buenos Aires. Si no hubiera ido a tomar ese colectivo. Si no hubiera decidido anotarse en Filosofía, si no hubiera ignorado  los concejos de su madre sobre estudiar en una carrera diferente en una universidad privada.

Si no hubiera…

Nadie sabe cuál fue la secuencia de acciones que llevo a Camila a su misterioso destino. Nadie conoce la historia verdadera de Camila, ni sus más cercanas personas. Nadie sabe quién la seguía esa madrugada en la parada del 136. Nadie sabe que la hubiera salvado de lo que le haya sucedido. Nadie sabe que le sucedió.


Nadie lo sabe hasta ahora.

martes, 8 de octubre de 2013

Capitulo 1: Génesis

1

El día comenzó como cualquier otro, pero eso no significaba nada bueno. La vida no era sencilla en la ciudad de Calix.
Aidan se despertó dos horas antes de que salga el sol, como de costumbre, limpió la casa que estaba repleta de los juguetes que él mismo construía para sus hermanos, y cocinó los desayunos tal y como le gustaba a cada integrante de la familia Fatum. Una vez terminada su tarea se hundió en el sofá malgastado del pequeño living de su casa y espero por las primeras voces de la mañana.

-¡Mila levántate!

Sintió una sonrisa que atravesaba su rostro de una forma totalmente agradable que hizo posible que estirara sus músculos mientras bostezaba. Estaba cansado pero ellos no debían verlo así. Refregó sus ojos con sus manos, que estaban repletos de cicatrices, demasiadas para un joven de tan sólo dieciocho años.

-¡Aidan, Mila no quiere despertarse!- gritó una voz desde uno de los cuartos del pasillo de la casa. Más específicamente el segundo, donde duermen Mila, de tres años, y Jared, de diez. Todas las mañanas, la misma escena, Mila no logra abrir los ojos hasta que faltan cinco minutos para que Aidan los lleve a la escuela de Calix, y empiecen las clases correspondientes del día.

-Bueno, bueno ¿Qué tenemos aquí? Una princesita durmiente- dijo Aidan desde el umbral de la puerta rosa, que determinaba la derrota de Jared en elegir el color para su habitación.

-Yo diría que se parece más a un duende, feo y verde- provocó Jared a su hermanita menor, que al escuchar la voz de Aidan empezaba a abrir los grandes ojos azules que tenía. Mila era una pequeña jovencilla de largo cabello rubio y sonrisa contagiosa, sin dudas era el alma de la familia Fatum.

-No creo que puedas hablar de la altura de alguien cuando tú tienes nada más que… ¿Cuánto? ¿Un metro diez?- se burló Aidan mientras tomaba en brazos a su pequeño hermano y lo lanzaba en la angosta cama de Mila.

-¿Qué haces? ¡No!
Pero la guerra había comenzado. Mila, ya despierta completamente en busca de venganza, se unió a su hermano mayor para torturar a Jared con unas terribles cosquillas que dejaron al pequeño rojo y sin aliento.

-Eso te pasa por no ser bueno conmigo- dijo Mila mientras le sacaba la lengua y fruncía el ceño.

-A veces me pregunto cómo puede ser que ustedes sean mi familia.

Era Uma. La mayor luego de Aidan, con sólo quince años.
Aidan miró a su hermana con detenimiento, parecía mentira lo mucho que ha crecido en estos años. Pronto se convertirá en una mujer, eso lo aterraba porque sabía que Uma llegaría a la edad legal para trabajar y no aceptaría un no como respuesta en este aspecto. Ella quería contribuir a la familia, pero Aidan tenía planes distintos para su hermana. Estudiar y convertirse en alguien, en alguien que ya él no puede ser nunca más.

-Además, no griten tanto o despertaran a mamá, monstruos.

-Pero si mamá, nunca se levanta de la cama- contestó Mila con una voz que rompería cualquier corazón por más frío que sea. La inocencia se apoderó de sus palabras y su escasa edad se hizo notar con tan sólo una oración.
Aidan tuvo que reprimir las ganas de abrazarla y por fin liberar las lágrimas que no se permitía llorar.


-No seas tonta Mila. Cuando nosotros estamos en la escuela, mamá se despierta y va a trabajar. ¿O Cómo crees que podemos comprar la comida que la gorda de Uma se come todo el tiempo?

martes, 1 de octubre de 2013

Sinopsis: Génesis.

GÉNESIS.

Aidan es un joven inteligente, valiente, protector y capaz de resolver cualquier desafío y  la vida ha sido prueba de ello. Tras la muerte de su padre, Aidan, debe cuidar y sostener una familia de cinco personas incluyéndose.

Despedido del único trabajo que ha tenido toda su vida en la ciudad de Calix y con el reloj en contra suyo, deberá conseguir dinero de cualquier modo posible sin alarmar a su madre y tres hermanos pequeños a su cuidado. En su desesperación, Aidan conoce a Esmeralda, una muchacha extravagante y bella, quien le ofrece una propuesta tan atractiva como peligrosa: Participar en las competencias ilegales de Génesis, un juego que conecta, mente, cuerpo y alma a una computadora, donde el victorioso logrará obtener La Estrella Venus y con ella, sus más grandes deseos.


Aidan solo tiene que cerrar sus ojos y entrar en el juego,  y así conseguir todo lo que siempre quiso para él y su familia. O perderse en el mundo virtual de apostadores, pandilleros, mafiosos y criminales que alberga el mundo de Génesis. 

lunes, 9 de septiembre de 2013

La Cacería: La familia Kingston.

Me desperté con la tierna voz de Baltasar sobre mí, rogando para que me despierte y juegue con él. Sabía que era casi el mediodía pero mi cuerpo se reusaba a empezar el día.

-¡Jared no es hora de dormir!- protestó el más pequeño de mis hermanos mientras saltaba en mi cama una y otra vez para lograr que me levante. Baltasar era, por mucho, el más delicado de nosotros tres, sus pestañas rubias lograban enmarcar perfectamente unos grandes ojos azules que siempre me recordaron a la intensidad del mar. Su sonrisa formaba una ventanita abierta por la ausencia de sus dos dientes frontales. Baltasar odiaba que remarcaran ese hecho, puesto que le recordaba que era el menor de la familia.

-Ya voy, ya voy. ¿Cuál es el apuro Baltasar? Tenemos todo el día por delante-respondí aún soñoliento  y mi voz sonó graciosa al intentar hablar mientras bostezaba.
El cuerpo me dolía cuando intenté incorporarme y tomar en brazos a Baltasar para que dejara de mover la cama con sus saltos. Mis músculos sufrían el recuerdo del entrenamiento de la noche anterior.

-Mentira. Papá dijo que tenías clases de “Estrategamas”. No vas a jugar conmigo- dijo Baltasar escapando de mis brazos. Fingía estar molesto pero sabía muy bien que el enojo en él duraba lo que un cazador tardaba en atrapar a su primera carnada.

-Se dice Estrategia burro- lo provoqué entre risas mientras me lanzaba sobre él. Ahora sí pude alcanzarlo y lo derribé sin problemas sobre el colchón. Baltasar luchó, como una de sus imitaciones que hace sobre mí mientras yo entreno, e intentó deshacer la perfecta llave que le apliqué para mantenerlo quieto. Sin fuerza y con delicadeza pero aun así firme. Exactamente como Baltasar era.
Oí como chillaba por nuestra madre y no pude contener las carcajadas. A veces olvidó que es tan pequeño, que es una criaturita tan fina y frágil, y luego recuerdo lo que le depara el futuro. Entrenamientos duros y extensos, cursos de logística y estrategia, clases sobre armamento y finalmente La Cacería. Parecía casi imposible imaginar a Baltasar con músculos desarrollados y un hacha en mano. Sin mencionar la sangre en sus ropas o armas, pero claro no su sangre.

La sangre de otra persona.

-Ustedes dos se perderán el almuerzo si siguen desperdiciando el tiempo en la cama- una voz femenina y familiar interrumpió la escena. Era nuestra madre Aurora Kingston que se asomaba por el umbral de la puerta de mi habitación, vistiendo un hermoso vestido que hacía lo imposible, resaltar aún más el color de sus ojos.
De los tres, todos heredamos los ojos azules de nuestra madre, pero yo fui el único que lleva los cabellos del mismo tono que ella. Cobrizo casi marrón. Baltasar era casi albino y  Kira tenía una larga melena dorada. Ellos compartían más facciones físicas con mi padre que yo.

-¡Mamá, Jared iba a asesinarme!- gritó Baltasar con un llanto fingido, deshaciendo mi llave en cuanto me distraje con la entrada de Aurora. El pequeño buchón corrió hasta nuestra madre y se aferró a ella fingiendo estar mal herido y muerto de miedo por lo que yo supuestamente estaba a punto de hacerle.

-Ya veo… Jared ¿Qué te he dicho sobre intentar asesinar a tus hermanos?
Los tres nos reímos a coro hasta que Baltasar se dio cuenta que mamá se estaba burlando de él y se molestó tanto que declaró que se iba a escapar de casa para que todos lo extrañáramos. Muy a lo Baltasar.
Ser el menor de los tres realmente le molestaba a mi pequeño hermano, pero lo que  Baltasar ignoraba que, en el fondo, envidiaba un poco su situación. Ser el mayor de los tres tampoco era un juego.

-Jared ¿Qué le hiciste a Baltasar? Me dijo que quiere que lo ayude a armar una valija y a fugarse.
Era Kira. Mi hermana de catorce años de edad. Ella era la siguiente de nosotros en iniciar los entrenamientos, que yo había comenzado desde que cumplí los quince años. El año que viene le tocaría a Kira y ciertamente podía imaginarla en el campo de batalla enfrentando a los otros cazadores para medir quien era el más fuerte. Tal vez Kira no era la más grande, ni la más musculosa, pero era de esas chicas con las que no tenías que meterte.

-¿No conoces aún al actor empedernido que es tu hermano menor? Le encantan estas escenas- dijo Aurora entre risas tomando en brazos a su única hija. Le dio  un beso, con mucho ruido, en la frente solo porque sabía que le molestaría. Kira la quito con un gesto desamorado, como todo adolescente de catorce de años que pretende que lo traten como adulto, cuando la realidad era que debería disfrutar antes de que eso ocurriera. Yo lo sabía bien.

-Ay mamá, es muy temprano para abrazos.

-¡Bueno, bueno! ¿Organizaron una reunión familiar en mi habitación y yo no me enteré? Largo- dije con un gesto divertido, fingiendo que estaba molesto. Lancé una de mis almohadas blancas de plumas en dirección a Kira para fastidiarla desde temprano-. Y lo digo por ti. Fuera. De. Mi. Habitación.

-Madura Jared- respondió Kira con mala cara mientras dejaba caer la almohada sin tocarla. Años atrás cuando ella era como Baltasar, de unos cinco años, me habría lanzado la almohada de regreso y eso terminaría en una lucha y la cama como el campo de batalla. Aunque me costaba admitirlo, la pasaba bien jugando con mi hermana, pero ahora ella creció y está más cerca de las citas que de las guerras de almohadas con su hermano mayor. Luego llegó Baltasar y no podría haber estado más agradecido.


-Los chicos maduramos más tarde. Está científicamente comprobado, así que podré molestarte hasta los cuarenta más o menos.
La puerta se abrió y en el umbral la figura de un hombre fornido y fuerte, como el tronco del árbol más antiguo de Venator, me saludaba con una cálida sonrisa. Algo que no combinaba en su aspecto de cazador adulto. Antiguas cicatrices producto de Las Cacerías pasadas se mostraban por su piel donde la ropa no llegaba a resguardarlo del ojo ajeno. Era mi padre.

Calixto Kingston.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Capitulo 3: Nuevos Aires.

3

No tenía ni idea de cuál fue la razón que lo impulsó a decir esas palabras en la Asamblea o si su hija pudo entenderlas completamente. Se suponía que rezaría el mismo viejo discurso de todos los años, pero encontrarse con Alana, su hija, finalmente en el asiento que era ocupado todo los años por una persona distinta, termino de derrumbar sus últimas fuerzas y cedió ante la desesperación. Necesitaba que su hija entendiera aunque tenía en claro que se equivocaba en el modo en que lo estaba haciendo. Los mensajes entre líneas no era la mejor forma de explicarle a Alana lo inexplicable.
Los alumnos del Instituto Nueva Era vitorearon su nombre una última vez antes de que el director les pidiera que se callara ya por cuarta vez. Nerón odiaba toda la atención que recibía. No lo merecía, no por lo que ellos creían.

-¡Ahora vuelvan a sus respectivas clases y no se olviden de que el futuro está en sus manos!- gritó el director para la multitud que empezó a aclamar por última vez. Nerón tuvo que reprimir su reacción al oír la frase que decora todos los Institutos de las Zonas de San Francisco. “El futuro está en sus manos.” La ironía resultaba hasta graciosa y le provocó unas ganas locas de reír porque era claro que golpear el rostro del director sería algo inapropiado para un operador de su rango. Tampoco era como si el hombre tuviera la culpa, si habría que señalar con el dedo el primer responsable debería ser por definición, él mismo. Tragó con amargura ante esa idea y elevó la mirada hacia las gradas donde ahora todos los estudiantes se estaban levantando y retirándose eufóricos por la charla que acabaron de tener. Observó cómo dos chicas de la misma edad que su hija lo miraban y cuchichiaban por lo bajo con risitas propias de una adolescente. Otro grupo de varones, esta vez, estaban todavía gritando sobre lo excitante que sería convertirse en operador y no paraban de mirar a Nerón como si fuera una leyenda viviente. Una de la cual no sabían nada en absoluto.
Nerón deseó que sus palabras no los haya alentado lo suficiente como para considerar alguna vez ingresar en Seguridad Vital, pero era un hecho que cada adolescente de la Comunidad soñaba con portar el uniforme de cuero blanco que ahora él vestía. Pensó en esa chica que confrontó al director, en como la valentía era notable en sus ojos, así como también el odio, las dudas y la angustia de, al parecer, ser la única persona en el lugar que estaba en contra del sistema.

Se equivocaba, no era la única.

-Muchas gracias señor Reed. Siempre es un placer tenerlo en nuestras instalaciones- el director tomó la mano de Nerón casi emocionado como un niño que abría su regalo de navidad dos noches antes.

-Puedes tutearme John. Nos conocemos desde que mi hija entró en el Instituto a los 3 años de edad y ahora ya tiene 18- respondió Nerón intentando sonar interesado por la conversación. No deseaba estar allí, no después de hablar frente a tantos niños, porque eso es lo que eran, sobre lo emocionante que es ser un operador. La culpa le dolía en cada rincón del corazón, aunque la Asamblea era cosa de todos los años nunca terminaba de acostumbrarse a ello.

-Lo siento Nerón a veces me olvido que eres solo un humano ¿Sabes? Tantas hazañas, tanta historia hay en tu apellido… Debo admitir que te admiro como los alumnos lo hacen- dijo John un poco avergonzado. No miraba a Nerón a los ojos.

-Lo sé, pero la verdad es que no es la gran cosa. Solo hago mi deber.

-¡Y de qué forma! ¿Cuántas personas has conseguido rescatar fuera de los Muros en estos últimos años? El número es enorme y alentador.

“Rescatar” pensó Nerón intentando tragar sin mucho éxito. Sintió como su garganta formaba un nudo de tensión presionándolo sin piedad. Lo último que necesitaba hoy era que John le enumerara los “rescates” que ha realizado durante años. Cualquier día hubiera soportado charlar con él sobre esos asuntos pero no hoy. No en el día de la Asamblea de Alana.

-John realmente tengo que irme. Mis saludos a tu esposa e hijo.

-Espera Nerón, como director debo informarte sobre lo que ocurrió hoy con Alana. No te alteres-informó John mientras se acomodaba el nudo de la corbata-, está bien ahora. La pudiste ver hasta recién que ya no tiene nada en lo absoluto.

¿Le ocurrió algo a Alana? ¿El programa habría sido el causante? Nerón sintió como el sudor cubría las palmas de sus manos. El nudo en su garganta era cada vez más grande. Intentó con todas sus fuerzas mostrarse tranquilo.

-John ¿Qué le sucedió a mi hija?

-Oh relájate, fue un simple e inofensivo ataque de pánico. Es muy común en adolescentes. Nuestra enferma recién transferida de la Zona Oeste, una gran profesional debo admitir, se ocupó de Alana y el informe que me ha pasado es prometedor. Solo obsérvala cuando estén en casa ¿Si?
Nerón asintió sin contestar. Claro que la iba a observar. La venía observando hace 18 años.








Alana contempló a Isaac mientras éste devoraba su avena deshidratada con la ferocidad de alguien que no ha comido por meses. La comida deshidratada se volvió popular en el momento que el hombre terminó de sentenciar al medio ambiente con los tóxicos de las bombas, acentuando el cambio climático o calentamiento global, provocando no solo la niebla constante sino también que los suelos no pudieran ser utilizados para cultivos nunca más. Los científicos se encargaron, con la escasa tecnología que queda en el mundo, de remediar esta situación. Hasta entonces en la cafetería del Instituto se comía comida deshidratada.

-¿Cómo puede gustarte esa avena?- preguntó Alana con una sensación de náusea en el estómago que le provocaba una expresión graciosa en el rostro. Como si hubiera chupado un limón antes de hablar.
La cafetería estaba repleta. Las luces blancas tenían el mismo efecto que la enfermería donde Alana tuvo que ser revisada por la enferma Rose. Todo era de color blanco. Algunos estudiantes habían empezado ya a sentarse en las gigantescas mesas redondas de color azul, con las iniciales “N.A” en color dorado haciendo apología al nombre del Instituto. Nueva Era. Otros jóvenes deambulaban con sus bandejas en busca de comida deshidratada mientras parloteaban entre ellos sobre temas adolescentes y, por supuesto el tema del día para los del último año, la Asamblea.

-Alana, si está en un plato hay que comerlo. Simple como eso- respondió Isaac mientras tomaba otro gran trozo de avena. Esta vez amenazó con mostrarle a su amiga el interior de su boca llena de comida masticada.

-¡No te atrevas o juro que te meteré esa avena donde no te da el sol!

-Mala elección de palabras. Ya no tenemos sol asique técnicamente no me vas a hacer nada- dijo Isaac con un gesto victorioso en el rostro. Intentó lanzarse sobre Alana con la boca abierta delatando una pasta sin color y probablemente sin gusto que le cubrían los dientes y lengua. La chica chilló y lo golpeo con su bandeja vacía en la cabeza. Ambos rieron hasta quedar sin aliento y con un dolor agradable en la panza.

-Ustedes dos sí que la pasan bien en el último año.

Era Emily White, la hija de Chloe.

-Hola Em. Hoy tuvimos la Asamblea y estaba tu madre ¿Sabias?- dijo Isaac quién ya no tenía rastro de comida en la boca pero su cara estaba roja y los ojos presentaban lágrimas de risa. De felicidad.

-Lo sé. De eso quería hablarte Alana ¿Sabes si todavía aún sigue en el Instituto mi mamá? Me extraña que 
no me haya ido a buscar a mi clase.

Emily era una muchacha realmente bonita. Tenía el cabello largo hasta la cintura con pequeñas ondas de color castaño. Sus ojos eran cafés, redondos y llamativos con largas pestañas que enmarcaban perfectamente su mirada. Era blanca pálida pero le sentaba bien, su rostro estaba manchado en la nariz por múltiples pecas color marrón que acentuaban el hecho de que era tres años menor que Alana e Isaac.
Alana recordó ver a Chloe irse antes de que finalice la Asamblea pero hasta ese momento no se había preguntado a donde se había ido la madre de Emily.

-Estoy igual que tu Em, mi padre tampoco se quedó. Seguramente ya estén trabajando. Sabes cómo son nuestros padres, adictos al trabajo- respondió Alana con cierto grado de amargura en la voz. Quería hablar con su padre pero inconscientemente estaba evitando pensar en él o en su episodio de la mañana. Cada palabra francesa seguía adherida a su mente y parecían no irse.

-Hablen por sus padres. El mío es tan relajado como yo- Isaac alzó sus brazos hasta la cabeza, entrelazando sus dedos por detrás de su cabello lleno de rulos. Se recostó acentuando la palabra relajado.
Constantino siempre ha sido el más flexible, divertido y hasta amable de los operadores que conocía Alana. Chloe era realmente agradable una vez que estaba fuera de su puesto de trabajo, pero cuando llevaba su uniforme blanco y el cabello atado, era objetivamente profesional. Nerón casi siempre tenía una expresión seria en el rostro y tensión en los grandes hombros musculosos que tenía. Solo con Alana y Tanya se lograba relajar por completo y siempre en el interior de su casa, nunca en público. Así que por descarte si, Isaac tenía razón, Constantino era el más “relajado”. Algo que le encantaba a Isaac, Alana y Emily.

-Si tenemos que elegir nos quedamos con tu papá antes que ti, Isaac. Tus chistes son demasiado malos- bromeó Emily golpeando cariñosamente a Isaac en el hombro. El muchacho la tomó en brazos para que no pudiera moverse mientras le hacía cosquillas. Emily era muy pequeña tal como su madre, pero al sonreír no mostraba una separación de los dientes frontales como Chloe.

-¡Basta Isaac!- chilló entre risas Emily. Las lágrimas empezaron a brotarle en los ojos y su rostro comenzó a tornarse rosado. Los mechones castaños de su cabello danzaban de un lado para el otro mientras la chica intentaba zafarse de los brazos de Isaac.

La voz de una muchacha interrumpió la escena.

-Em, tenemos química y el señor Shaw se va a poner como una fiera si llegamos tarde- era una muchacha de la misma edad que Emily. A su lado se encontraba otra chica pero Alana ignoraba sus nombres. Eran tres años menores que ella e Isaac asique no tenía por qué conocerlas. A decir verdad, solo se hablaba con Emily, el resto eran solo chiquillos molestos que  generalmente no tienen filtro entre lo que piensan y dicen. Muchas veces compañeros de Emily le pedían que los presentaran ante Alana o a Isaac, no solo por ser alumnos del último año, sino también, por ser hijos de dos operadores que estuvieron relacionados con los Nuevos Acuerdos.

-No escuche el timbre Karen. Vámonos de aquí- respondió Emily aún agitada por las cosquillas de Isaac.
Alana e Isaac saludaron a su amiga mientras ésta se posicionaba entre Karen y la otra chica, que seguía sin tener nombre, tomando los brazos de ambas. Alana pudo escuchar un pedazo de la conversación entre ellas.

-Envidio tus amistades. Ese Isaac esta tan bueno- susurró Karen al oído de Emily. La chica se ruborizó un poco y no pudo evitar mirar atrás hacía Isaac. Luego siguieron su camino hasta el edificio de química.
Alana se volteó hacia su amigo, quien estaba con un gesto victorioso en el rostro.

-No tomes muy enserio lo que diga esa Karen. Eres tan atractivo como una patada en el trasero mi querido amigo.

-Karen no piensa lo mismo- respondió Isaac con su intento de ronroneo sexy. Alana no pudo evitar lanzar una carcajada. Isaac nunca estuvo con ninguna chica, la muchacha ni siquiera sabía si alguien le interesaba a su amigo.

-Tal vez la invite a salir- continuó Isaac todavía en su papel de seductor empedernido.

-Tiene tres años menos que tú.

-¿Y? Tal vez sea como Emily. Ella es menor que nosotros pero es realmente divertida, sensible, madura, bonita…-indicó con un suspiró. Ahora él estaba ruborizado. Alana recordó como Emily volteaba a ver a Isaac con sus mejillas color rosa. Las pecas de su nariz resaltaban cuando se avergonzaba.
Un silencio extraño se abrió paso entre Isaac y Alana. El muchacho parecía perdido en sus pensamientos y Alana tenía la leve sospecha que en ellos se encontraba Emily. Intentó imaginarse a su mejor amigo con su amiga de la infancia y lo que visualizó se sentía raro. ¿En qué momento de la vida dejas de ser amiga para pasar a ser mujer ante la mirada de un hombre? Cuando te sale el busto diría Brad. Pero esa no era la intención que tuvo Isaac al referirse a Emily. Él dijo “bonita” y eso significaba mucho más. Alana casi sintió envidia, no por Isaac pensando en Emily como una chica atractiva, él era su mejor amigo y nunca mezclaría su amistad con otros asuntos así, pero sí deseo en el fondo de su corazón que alguien la llamara bonita a ella.
El sonido de la campana que anunciaba el fin del almuerzo para los alumnos del último año llenó el silencio y como un acuerdo tácito entre los dos, se levantaron de sus asientos y se dirigieron a sus próximas clases.










-Em ¿Cuándo será el día que me presentarás a Isaac Simmons? Este es su último año y voy a perder la oportunidad de salir con él.

Emily no sabía cómo contestar a ello. Más de una vez intentó imaginarse a Isaac con alguna de sus amigas, pero no lo logró, y en especial cuando se trataba de Karen Kingston. Una rubia alta que aparentaba tener más edad de la que realmente tenía solo para llamar la atención de los chicos más grandes. Isaac era un pez gordo para Karen, no sólo estaba en último año sino que también tenía a su padre trabajando en Seguridad Vital y había participado en los Nuevo Acuerdos. En la lista de popularidad en la Comunidad venían primero los Reed, luego los Simmons y luego un par de familias más. La familia de Emily pertenecía a los mortales, quienes no habían tenido un papel protagónico en la historia de la Comunidad, pero aun así eran operadores. Emily sabía que a Chloe no le interesaba la fama ni los aplausos en la Comunidad y era por eso que tenía una relación muy cercana a su madre. Otro factor que posiblemente ayudo en la relación con su madre era la ausencia de un padre en la vida de Emily. Chloe nunca habló de él y la muchacha nunca preguntó. Algunas cosas son mejores dejarlas enterradas. Si su padre no quería saber de ella, entonces Emily tampoco lo necesitaba.

-O tal vez podría yo invitarlo a salir- dijo Stephenie Mars tratando de molestar a Karen, quien ahora, estaba pasando un lápiz labial rosa por sus finos labios en su afán por volverlos más llamativos. Eso era lo que hacen las chicas como Karen, pretender.

-No quiero lastimar tus delicados sentimientos Stephenie pero Isaac ya está apartado para mí.
Esas palabras lograron hacer reír a Emily.

-¿Dije algo gracioso?

-No, es que Isaac no es realmente tu tipo Karen. No es el tipo de nadie- dijo Emily tratando de contener las carcajadas. Pero luego pensó seriamente en lo que acaba de decir. ¿Isaac tendría algún tipo de chica? Y ¿Qué tipo de chico era Isaac? Sea cual fuere la respuesta, definitivamente, chicos como Isaac y chicas como Karen no irían bien juntos.

-Yo soy el tipo de todos, Em- respondió Karen con un gesto de indiferencia y se dirigió nuevamente a su reflejo. Esta vez le dedicó tiempo a su cabello rubio-. Además ¿No te gustaría que tu mejor amiga salga con tu mejor amigo? Sería divertido.

Otro comentario que provocó que Emily tuviera ganas de morirse de risa ahí mismo. Karen siempre se la pasaba diciendo que era la mejor amiga de Emily cuando la verdad era que solo pasaban el rato juntas y era claro que Karen lo hacía solamente por las amistades “interesantes” de Emily.

-Sí, divertido-dijo Emily mordiéndose el labio inferior para aguantar una nueva carcajada. Pronto sus pensamientos divagaron y dejaron de escuchar a una Karen que empezó a hablar sobre lo sexy que sería tener un novio en el último año y que además sea tan famoso como la familia Reed. Emily no pudo evitar preguntarse qué veía, chicas como Karen Kingston, en Isaac, además del apellido claro.
Pensó en los rulos desprolijos y rebeldes de su amigo, y de la forma que caían sobre su frente demostrando que era imposible peinarlos. Tuvo unas ganas repentinas e inexplicables de despeinarlo como suele hacer cuando juguetean. Una sensación agradable le recorrió el cuerpo al recordar como la había tomado en sus brazos hace instantes.

-… ¿Vamos a ir?- la voz de Karen insistente la distrajo de sus pensamientos que estaban tomando un rumbo extraño. Pensar en Isaac de esa forma era desconcertante.

-¿Qué?

-No estabas escuchándome Em. Te pregunté si vamos a ir a la fiesta en Calix. Ya sabes la que van los de último año siempre. Ultra secreta, contra el toque de queda, llena de chicos lindos, Isaac…

-¡Entendí!- de repente Emily no tenía deseos de escuchar a Karen hablar sobre Isaac otra vez. Antes resultaba gracioso pero ahora preferiría no hablar sobre él. No entendía por qué-. Es para los del último año ya lo sabes. Ellos tienen más posibilidades de escaparse, nosotros no. Además mi mamá...
No es la primera vez que Emily era invitada a las fiestas en Calix. Alana e Isaac iban casi todos los fines de semanas, casi como una rutina para ellos, pero Emily era tres años menor y los de primer año no concurrían a fiestas clandestinas. Otro factor era Chloe, su madre, quien no aprobaría esto y sería una deshonra para la pequeña familia White. No era como si para la familia Reed y Simmons no fuera así también, tal vez sería aún más bochornoso para sus padres en el trabajo, hijos de operadores tan famosos mezclados en fiestas violando millones de reglas de la Comunidad, no se vería bien. Aunque Alana e Isaac ignoraban las consecuencias, era su último año, y un poco de rebeldía no mataría a nadie. Pero no Emily no, ella no le traería problemas a su madre, quien ya ha sufrido bastante para conseguir el puesto que tiene en Seguridad Vital. Tal vez los Reed tuviera un puesto siempre abierto para ellos aunque quisieran tirar los Muros abajo si se les ocurriera, pero no los White, Emily debía mostrarse capaz desde joven como lo hizo su madre y escalar puestos hasta triunfar como operadora. Calix estaba lejos de sus planes hasta por lo menos llegar a último año.

-Em, por favor. Sabes que sin ti no podemos ingresar, necesitamos conocer a algún chico de último año ¿O no Steph?- Karen le dio un codazo en las costillas a Stephenie que estaba concentrada delineándose los ojos de un azul bastante llamativo. La chica dio un salto.

-¡Casi me haces perder el ojo Karen!- dijo Stephenie realmente indignada. Emily pensó que lo que más le molestaba era que su maquillaje se había corrido y no la idea de perder un ojo con un delineador de ojos, lo cual era bastante ridículo.

“Isaac nunca se fijaría en ellas” pensó con una sonrisa victoriosa en el rostro, pero pronto alejo cualquier pensamiento de él, con un poco de culpa.

-No seas exagerada. Igualmente te hubiera hecho un favor, ese azul es horrendo. Bueno a lo importante, escuché de Amy Berry que su hermano mayor saldrá hoy a una fiesta en Calix ¡Tenemos que ir chicas! Imagínennos como las primeras de primer año yendo a fiestas clandestinas contra el Gobierno. ¿Excitante no?
Isaac y Alana habían dejado de intentar hace mucho tiempo ya que Emily vaya a las fiestas de Calix. Si sus dos mejores amigos de la infancia no podían convencerla era claro que Karen y Stephenie no lo conseguirían.
Una excusa. Desde que empezó el año electivo, Emily, inventaba excusas para zafarse de cada fin de semana que Calix realizaba una fiesta. ¿Quién las hacía, de todos modos? Tal vez un día los delatarían a todos en plena pista de baile. Emily no iba a estar allí para averiguarlo.

-Hoy es el cumpleaños de mamá. No voy a dejarla sola esta noche. Tal vez la próxima y no vayan ustedes, puede ser peligroso, no saben ni quien realiza estos encuentros clandestinos. Nos vemos en Historia 1. Adiós- dijo rápidamente Emily con la intensión de salir del baño de chicas lo más rápido posible.

-¡Ey! ¿Pero el cumpleaños de tu mamá no fue el fin de semana pasado?
Emily no paró para contestarle a Karen y siguió caminando por el corredor del Instituto hasta el edificio de Historia. Tenía 20 minutos a su favor y eso solo si la profesora Clare llegaba temprano, algo que pocas veces sucedía en su clase. Debía encontrar algo para hacer que no involucre ni a Karen, ni a Stephenie, ni fiestas en Calix y en especial a Isaac. No quería pensar en él.


¿En qué momento tus sentimientos cambian de tal forma que tú eres el último en enterarte?

miércoles, 4 de septiembre de 2013

La Cacería: Sinopsis


La Cacería. 

El mayor entretenimiento para la población de Venator es La Cacería. Grupos de cazadores son entrenados desde su nacimiento para ser los más rápidos, los más fuertes, los más sanguinarios y fríos para llevar a cabo el juego a la perfección. Otro grupo es criado como la carnada. Su destino está marcado desde que nacieron. Ellos van a morir y nada cambiara eso.

El cazador que consiga más carnadas llevará honor a sus familias.

Sam Meyer ha llegado a la edad de 16 años. Se ha convertido en una hermosa mujer con muchísimas posibilidades de tener un futuro prometedor pero eso no importa porque sabe que La Cacería se acerca para ella. Morir está en su futuro y pronto se convertirá en realidad.

Jared Kingston es un formidable joven atractivo, habitante de Venator, amante de la lectura y el mayor de tres hermanos. Pero también es un cazador y La Cacería se aproxima para él. Es su primera participación en el juego y la presión de su apellido lo obliga a lucirse por sobre los demás cazadores.

Dos jóvenes que conocen su destino, ignoran que la vida tiene otros planes para ellos. 

lunes, 26 de agosto de 2013

Capitulo 2: La Asamblea.

2

-Un ataque de pánico- informo la enfermera del instituto con una sonrisa más cercana a la perturbación que a la simpatía. Sus ojos verdes no transmitían empatía alguna.

Alana se encontraba recostada en una camilla blanca sorprendentemente cómoda en la enfermería, que era una pequeña sala escondida tras una puerta con un cuadrado de vidrio con una cruz roja impresa en él. El lugar estaba extremadamente iluminado lo que provocaba que casi todo en el lugar sea blanco, algo que le provoco escalofríos a Alana. La señora Rose se encontraba de pie junta a ella en su impecable uniforme blanco sin una arruga visible. Llevaba un prolijo rodete negro en su cabeza, sus ojos azules combinaban con el delineado perfectamente dibujado y sus facciones eran totalmente simétricas. Era bella. Tendría unos veinticinco años pero su aspecto tan frívolo le agregaba unos cuantos años más. Era nueva en la escuela, transferida de la zona oeste de la Comunidad, la zona sur era un gran cambio y Alana no pudo dejar de preguntarse qué motivo la trajo hasta aquí. En cierto modo Rose inspiraba miedo.

-Nunca he tenido un ataque de pánico antes- dijo Alana notando lo irritada que tenía la garganta por gritar hace unos instantes. Todavía gritaba cuando sintió los brazos de Isaac levantándola para llevarla a la enfermería, lo que seguramente no fue una tarea fácil ya que la muchacha estaba aferrada a su asiento con sus manos como garras y estaba casi segura de haberlo golpeado a Isaac para evitar que la moviera. Alana no pudo evitar preguntarse en donde estaba su amigo ahora.

-No te preocupes cariño- respondió Rose mientras movía una lapicera rápidamente escribiendo algo, seguramente sobre Alana. Los ojos de la enfermera nunca tuvieron intensión de mirar a la muchacha lo que hacía que sus palabras tranquilizadoras fueran un total protocolo-, es algo bastante común en los adolescentes ¿Sabes?

Alana se agitó inquieta en la camilla. Lo que le había sucedido no era nada común para ella. Frunció el ceño al pensarlo aprisionando las sábanas blancas en sus manos con tanta fuerza que al parecer Rose lo notó, porque dejo de escribir al instante y se aceró a la muchacha con una cara que Alana no puedo interpretar.
-Tal vez sea el estrés causado por los exámenes de vocación. Casi todos se preocupan por eso, pero tú no tendrías porque, eres una Reed, tu familia es tan prestigiosa en la historia de la Comunidad que seguramente no tendrás problemas en entrar en Seguridad.
Con que conocía su apellido, eso no le extrañó a Alana, casi siempre es abordada con comentarios como ese. “Tu padre es el operador más eficiente de la Comunidad.” “La familia Reed estuvo involucrada en los Nuevos Acuerdos.” “¿Tu abuelo, Kyon Reed, fue el encargado de llevar a cabo la firma de los Nuevos Acuerdos?” Si, si y sí. Lo último que quería pensar ahora Alana era la presión que ejercía su apellido en sus acciones. Los exámenes eran un tema que la muchacha estaba posponiendo en el rincón más alejado de su mente.

-O tal vez estés atravesando algún problema amoroso típico adolescente. Ya sabes cómo es enamorarse- continuó Rose con una falsa sonrisa aunque al instante se perdió en sus pensamientos y se quedó callada, como si recordará algo o alguien. Alana se preguntó si la mujer pulcra y fría que tenía delante de ella, alguna vez había amado. La apariencia decía que no pero esa mirada ausente encerraba una historia-, altera demasiado las hormonas-. Dijo finalmente Rose volviendo a la normalidad como si alguien la hubiera zamarreado un poco para traerla devuelta. 
“Pero la alteración de hormonas no te enseña un idioma que jamás en la vida aprendiste” pensó Alana recordando la frase que escribió en su cuaderno. El corazón comenzó a acelerarse sin piedad. Si alguien la encontrará… Aunque no estaba segura de porque sentía que nadie podía ver esas palabras. Estaba actuando extraño de nuevo. Demasiadas sensaciones en muy poco tiempo, quería largarse de ese cuarto, que olía a alcohol en gel, y alejarse de Rose que ahora cada vez estaba más cerca de ella mirándole cada detalle con determinación, provocando que el cuerpo de Alana se tensara. Sintió como la mujer caminaba alrededor de ella evaluándola, esto ya no parecía un examen médico, tal vez Alana estaba paranoica pero la sensación de que tenía que salir de allí era fuerte. Antes de que Rose llegara a observarla por detrás su cuerpo marcó el límite y se paró de un salto aumentando la distancia entre Alana y Rose. Murmuro un agradecimiento y salió casi corriendo del pequeño cuarto blanco. En el umbral de la puerta chocó con un cuerpo familiar.

-¿No deberías estar adentro para que te vean?- era Isaac que estaba con su mochila colgada al hombro y con la de Alana en brazos. Los latidos de la muchacha desaceleraron al ver que su amigo tenía sus cosas y por lo tanto la frase estaba bien guardada.

-Es-estoy bien- dijo Alana. No pudo evitar mirar atrás en búsqueda de Rose, para su sorpresa no interfirió en que la chica decidiera irse de la enfermería, pero si estaba haciendo unas anotaciones extras. La muchacha no pudo evitar preguntarse si las palabras que salían de la lapicera hablaban sobre ella. Un informe sobre su ataque de pánico para el instituto tal vez, un registro médico es algo común, tenía que calmarse.

-No te creo pero no tenemos tiempo de explicaciones, y créeme que me las vas a dar, ahora está la asamblea en el gimnasio, yo debería estar allí pero no podía ir sin saber cómo estabas-dijo el joven abriendo sus grandes ojos color avellana para demostrar lo preocupado que estaba. Isaac siempre fue un hermano protector para Alana-. Si no vamos la profesora Robinson me acosará todo el año, ya es demasiado escuchar sus quejas sobre mi asiento escrito como para agregarle esto.
La muchacha asintió con una leve sonrisa tratando de volver a la normalidad y dejar atrás todo pensamiento irracional, porque esa era la palabra para describir toda esta situación. Irracional.








El gimnasio estaba repleto de los estudiantes de la Zona Sur del Instituto Nueva Era. El murmullo constante de las distintas conversaciones iba en aumento a medida que llegaban más alumnos a tomar su lugar en las gradas. Alana e Isaac buscaban un espacio libre donde sentarse, lo cual se volvía una misión casi imposible por el escaso lugar para caminar entre las personas ya sentadas.

-¡Ten más cuidado bicho raro!- chilló un joven mientras Isaac pasaba por al lado de él provocando que este perdiera el equilibrio y derramara un poco de la gaseosa que estaba tomando.

-¿Enserio dijiste bicho raro? ¿No tenías un insulto más original Brad?- dijo Isaac frunciendo el rostro como si hubiera chupado un limón recientemente pero pronto cambio su expresión por una llena de malicia en cuanto se dirigió a su amiga-. ¿Te parece un insulto innovador, Al?

Isaac y Brad nunca se llevaron bien desde iniciada la secundaria, no era un secreto que se odiaban, sus peleas eran lo bastante ridículas como públicas. Casi siempre Alana era la encargada de separarlos ya que Brad demostraba una gran admiración hacia ella, como un perro hambriento que se le ofrece un trozo de carne. Alana tenía la teoría que esa adoración sin razón aparente se debía a su apellido, no porque ella no fuera lo que se consideraría una chica guapa, pero el hecho de que casi todos en la Comunidad la trataban con respeto por el papel que tuvieron sus familiares en los Nuevo Acuerdos era un factor influyente le guste o no a la muchacha. Alana se recordó que pronto ella tendría que seguir brindándole honor al apellido Reed, pero aunque lo intentaría no se veía como una posible buena operadora como lo fue su madre… Como lo es su padre.

-Oh… Hola Alana- el muchacho ahora la miraba casi avergonzado con las mejillas encendidas. Generalmente Brad trataba de controlar las peleas con Isaac frente a ella, una forma de intentar caerle bien a la muchacha, pero esta vez no la había visto junto a Isaac y ahora se mostraba ligeramente retraído. Isaac sabía que tendría ese efecto en él y en su rostro se podía observar una sonrisa victoriosa.

-Creo que se te han ocurrido insultos mejores Brad- dijo Alana a medida que iba pasando por su lado para sentarse unos escalones más arriba y llevándose a su amigo con ella para evitar que siguieran con esa ridícula pelea. Notó a Isaac detrás de ella alzando los brazos, triunfante y hasta pudo imaginarse el odio de Brad emanando desde su asiento.

-Deberías usar ese poder que tienes sobre él para dejarme hacerle una buena broma. Tal vez podrías invitarlo a salir y luego dejarlo plantado o algo- comentó Isaac ya los dos sentados esperando que algún representante del Instituto apareciera en el gimnasio.
Alana río casi olvidándose que hace menos de veinte minutos estaba pasando por el peor ataque de pánico que podría haber imaginado que le pasaría a ella y sin mencionar la alucinación del rayo de luz y la frase perfectamente escrita en francés. Antes de poder pensar en ello detenidamente una vez más, los murmullos cesaron de una forma abrupta y todas las miradas se posaron en una sola persona.

El director.

Todos estaban expectantes a las palabras del hombre que se encontraba vestido con un traje blanco impecable sin una arruga visible y corbata color escarlata resaltando sobre todo lo demás. Alana no pudo evitar preguntarse qué tan seria era la asamblea para que el director se vistiera de esa forma cuando vio dos operadores junto a él. Uno de ellos era una mujer de cabellos rojos, Chloe White una buena amiga de la familia Reed y la otra persona en uniforme blanco era su padre.

Nerón.

Los murmullos apenas audibles comenzaron una vez más, pero esta vez, todos tenían un tema en común: Nerón Reed. Alana no pudo evitar escuchar una conversación de dos muchachas sentadas un escalón debajo de ella, las reconoció porque compartía las clases de matemática con ellas. Recordó el nombre de una, Beth Smith.

-¡Hey mira! Es Nerón Reed, no lo puedo creer. ¿Qué hace en nuestro Instituto? Es tan sexy para tener como cuarenta años- susurro Beth a quien seguramente era su mejor amiga.

-No lo sé, pero no hables muy fuerte que su hija está un escalón arriba nuestro, tonta.

Alana instantáneamente dejo de mirarlas y contempló, molesta, a los dos operadores. A veces realmente le molestaba ser una Reed y que todos admiraran a su padre como a un dios griego. Observó cada detalle del logo del colegio escrito por encima de las cabezas de todos tratando de reprimir sus ansias de confrontar a Beth Smith y a todas las Beth que estarían hablando de su padre en ese momento. “El futuro está en sus manos”. Lo leyó en silencio hasta que notó que alguien la estaba mirando. Alguien que lograría quitarle el enojo con una sola sonrisa.
La mirada verde de Chloe se posó sobre Alana apiadándose de ella. La mujer era de baja estatura a comparación de los dos hombres a su lado, pero demostraba agilidad y rapidez, sin dudas si intentaran atacarla, ella estaría preparada para defenderse de mil maneras y ganaría sin esfuerzo. No llevaba el cabellos recogido, como lo obliga el reglamente de los operadores, asique sus marcados rulos rojos estaban sueltos enmarcando su pequeño rostro. El color de su cabello contrastaba llamativamente de su uniforme de cuero blanco y ajustado que acentuaba su pequeña aunque buena figura. Estaba cercana de los treinta años pero era de esas personas que cuanto más crecen mejor le sientan los años.
Chloe tenía una hija, Emily, que era tres años menor que Alana, por lo tanto no se encontraba en la Asamblea. Emily todavía tenía tiempo para elegir qué dirección tomar en la vida. Alana sentía una pequeña envidia sana por aquello. Las dos muchachas básicamente se criaron juntas y afortunadamente la secundaria no logró separarlas.  
Los operadores se basan en demostrar autoridad, seguridad y hasta a veces miedo frente a cualquiera de la Comunidad, pero Chloe era todo lo contrario. La mujer le sonrío cálidamente a Alana delatando la separación de sus dos paletas, lo cual era algo que combinaba perfectamente con su rostro. Nerón, en cambio, mostraba una expresión seria y dura que resaltaba lo cuadrado de sus facciones, como siempre llevaba cuando estaba en servicio. Pero esta vez era diferente. Algo más cruzó por el rostro de su padre cuando él miro a Alana. ¿Preocupación?
El director tomó el micrófono y lo acerco a su boca para hablar. Su ridículo bigote generó un molesto ruido al rozarse con el aparato. La escuela, al igual que la Comunidad, solo contaba con poca tecnología, y lo que poseían tampoco era de muy buena calidad.  
-Silencio por favor- fue más que suficiente para acallar los últimos murmullos que se escuchaban, ahora todos prestaban atención a la escena frente a ellos. Alana recorrió el lugar con sus ojos y pudo notar que nada más los alumnos del último año se encontraban presentes en el gimnasio-. Como se habrán dado cuenta esta asamblea solo es para los estudiantes a punto de terminar sus estudios en nuestra humilde Institución Nueva Era.

-¡NUEVA ERA!- chilló Brad a modo de ovación, encerrando su boca con sus manos para amplificar el grito. Algunos lo siguieron con aplausos y alaridos.

-Es un Idiota ¿Ves a lo que me refería?- susurró Isaac para su amiga, pero Alana no estaba escuchando, ni si quiera lo miraba. La muchacha se empecinaba en descifrar lo que la boca de Nerón callaba pero su rostro gritaba a los cuatro vientos. ¿Miedo?

- Señor Harrel silencio. Como les decía, ustedes están a un paso de empezar su vida adulta en la Comunidad, y en el Instituto Nueva Era confiamos que los hemos preparado para corregir los errores de las generaciones pasadas para nunca regresar a los Años Oscuros- dijo el director con una expresión seria. Ahora todos callaban. Siempre la mención de los Años Oscuros tenía ese efecto en la gente-. Enfrentamos tiempos de paz y su deber, y el de todos, es mantener esta tranquilidad que por años no fue interrumpida. Un gran logro del Gobierno…

-¡EL GOBIERNO, SI!- grito Brad una vez más y las voces que lo apoyaban no se hicieron esperar. Alana pudo notar como Isaac ponía los ojos en blanco junto a ella.

-¡Como les decía!- el director impuso su voz sobre las demás para acallarlas con total éxito-. El trabajo del Gobierno deberá ser sucedido por personas realmente capaces y preparadas para ellos. Ustedes son los dueños del futuro- Alana sintió nauseas de repente y llevo sus manos al estómago. Sentía… ¿Asco? Asco por las palabras que el director decía. Asco por la idea del futuro en sus manos. Observó a su padre, este mostraba la misma expresión de siempre pero al devolverle la mirada a su hija y darse cuenta de lo que le ocurría a ella abrió los ojos sorprendido. Tenía la boca entreabierta de asombro y admiración, como cuando artista observa su obra terminada luego de semanas de dedicado trabajo.

-¿Qué te sucede ahora?- era Isaac. El joven tomo el hombro de su amiga, la volteo para que pudiera verla a los ojos. Alana estaba pálida. El director seguía hablando de todos los empleos que estaban disponibles en la Comunidad.

-Tengo nauseas- dijo Alana porque la idea de decirle que sentía asco le parecía realmente ridícula y difícil de explicar. Escuchó a el director hablar del trabajo de enfermería y el campo de acción que tendríamos si elegiríamos esa carrera, Alana no pudo dejar de pensar en Rose, la imaginó a los dieciocho años sentada en el gimnasio del Instituto Nueva Era de la Zona Oeste teniendo esta misma charla con otro director y otros estudiantes a su alrededor. Se preguntó si la Rose del pasado habría sido igual de fría que la del presente o si eso se debía a algo más. ¿Elegir enfermería la había convertido en una persona tan distante? Y si es así ¿Qué le quedaría a Alana si escogiera Seguridad vital? Una operadora debería ser más fría que una simple enfermera.

-Estoy empezando a pensar que estas embarazada- las palabras de Isaac la trajeron devuelta al mundo real.

-Eso es muy inteligente Isaac ¿Y de quién va a ser? ¿Del Espíritu Santo? No soy María- dijo Alana mientras ponía los ojos en blanco. Ahora Isaac si parecía desorientado por las palabras de su amiga. La muchacha recordó que historia no era el fuerte de Isaac y que tal vez ninguna materia lo era. Se río por lo bajo-. María, Jesús, Dios. La mujer que quedó embarazada si haber estado con un hombre. ¿Qué haces durante las clases de historia?

-Duermo. Y ahora que lo pienso menos mal que me perdí esa clase, es una historia bastante ridícula.
Alana suspiró en vez de contestar. El mareo pareció desaparecer de su cuerpo y la muchacha agradeció esto. Contempló a su padre una vez más, este estaba nuevamente serio con las manos detrás de su espalda, su hija pudo notar desde donde estaba sentada que Nerón estaba apretando los puños, pero él ya no la miraba. Alana deseaba correr hacia su padre y formularle preguntas que ni ella podía entender. Pensó en el episodio que tuvo a la mañana, tuvo la extraña sensación que su padre sabría lo que significaba todo aquello. No pudo evitar mirar su mochila, sabía que dentro se encontraba su cuaderno con una frase que ella escribió. Ma vie ma décision quant à mon avenir. Las palabras estaban grabadas a fuego en su mente. ¿Por qué su padre debería saber que significaba? Y sin embargo tenía la estúpida certeza de que sí, de que él lo entendería.

-… Pero la profesión a la que quiero llegar, y no por desmerecer a las demás carreras igual de importantes para la Comunidad, es la de operador, como todos ustedes ya bien conocen. Es por eso que dos representantes del edificio de Seguridad Vital nos acompañan este día, un aplauso para ellos por favor.
Todos aplaudieron y empezaron a aclamar a su padre. Alana puedo distinguir los gritos de Brad entre la multitud. La joven solo quería que la tierra la tragara sin dejar rastro para no ser testigo de cómo glorificaban a su padre. Ya nadie creía en las religiones, no había Dioses ni divinidades, pero las personalidades más famosas en la Comunidad tomaron el lugar de ellos. Y Nerón Reed encabezaba la lista de los nuevos inmortales a los que la Comunidad adoraba. 

-¡NERÓN! ¡NERÓN! ¡NERÓN!- gritaba la masa de alumnos desde las gradas. Alana noto que su padre fingía una sonrisa y levantaba una mano para saludar, pero ella notaba que no deseaba toda esa atención. Nerón tomo la mano de Chloe, que sonreía alegremente, y la llevo un paso adelante para que los aplausos se dirigieran a ella. Los operadores eran tan queridos por la Comunidad como las celebridades por las generaciones anteriores a los Años Oscuros, algo que Alana nunca llego a comprender. ¿Por qué darles tanta importancia a personas exactamente iguales a ti? Junto a ella Isaac aplaudía callado, él comprendía lo que sentía su amiga, si Constantino estuviera recibiendo todos esos alaridos también desearía irse del lugar lo antes posible.

-¡Bueno, bueno, silencio por favor! La noticia que se vino a informar en esta asamblea es la siguiente. Seguridad Vital, como todos los años, está buscando reclutas nuevos, y para esto se dispondrá un simulacro de exámenes. No se preocupen no deberán estudiar, estas pruebas están hechas para determinar si tienen lo suficiente para ser un operador…

-Si estamos en tiempos de paz ¿Para qué quieren más soldados?- gritó una muchacha de voz bastante aguda desde el fondo de las gradas casi escupiendo las palabras, se notaba el asco que sentía. Era Lily James. Alana la conocía de las clases de literatura y porque la ha visto en Calix un par de veces en las fiestas que se realizaban. Era una joven que últimamente estaba bastante retraída, no hablaba con nadie y se encerraba en sus libros con una mirada que hacía sentir a cualquiera como si estuviera fuera de lugar. Estaba cruzada de brazos y sus grandes y profundos ojos cafés tenían una expresión acusadora hacia el director o tal vez hacia todos en el lugar. No se parecía en nada a la muchacha que Alana vio noches atrás coqueteando con un joven en Calix.

-Señorita James debería tener más cuidado en el tono que elige para dirigirse a las personas- respondió tan seco como era posible el director-. Y no son soldados, me gustaría que estudiara antes de formular una pregunta. Ahora bien sigamos con lo importante- todos paseaban su mirada entre Lily y el director. La situación se llenó de tensión. Era obvio que el director evito la pregunta de Lily y no buscaba entablar una conversación con ella. El mensaje era claro: Cierra el pico-. Los exámenes, para los que estén interesados en la profesión de operador se brindarán el lunes por la mañana. Estoy convencido que durante el fin de semana pensarán en no desperdiciar esta oportunidad que gentilmente nos brinda Seguridad Vital.
Alana no podía evitar buscar a Lily con la mirada. La joven estaba tan indignada que se paró de un salto y se marchó con paso firme del gimnasio. Estas semanas estaba diferente, más contestadora y cuestionaba todo pero nunca se mostró como lo hacía ahora. Seguramente le afectaría en algo la actitud que tuvo hace uno minutos.

-Bueno, no todos pueden darse cuenta de las oportunidades a la primera- dijo el director refiriéndose a Lily y voces lo siguieron entre la multitud de alumnos, algunos a favor y otros totalmente sorprendidos-. Ahora bien ¿Señor Reed quiere decir unas palabras?- preguntó hacia los dos operadores junto a él. Para sorpresa de Alana, su padre tomó el micrófono, y para no sorpresa de Alana, todos iniciaron con los alaridos nuevamente. Chloe en cambio se retiró, con una sonrisa en sus labios rojos sangre. Dirigió su mirada hacia Alana para despedirla con la dulzura que la caracterizaba a Chloe. Sus rulos pelirrojos rebotaron como resortes mientras se marchaba por la puerta del gimnasio. Si le molestaba que el director nada más se dirigiera hacia Nerón y no a ella, dejándola como una pared recién pintada esperando por secar, no lo demostró. Chloe nunca peleaba, era una mujer de lo más agradables. Alana le sonrió pero sus ojos estaban posados en su padre que estaba a punto de hablar.

-Quiero que todos sepan que ser un operador no es un asunto de niños, sé que muchos de aquí todavía lo son pero eso no está mal- dijo Nerón con una voz neutral, como si estuviera interpretando a un personaje en una obra y ese fuera el dialogo que se aprendió de memoria días atrás. Su mirada bailaba en los rostros de diferentes alumnos hasta llegar a su hija donde centró sus ojos el resto de su discurso. Esta vez era como si en su cabeza se libraba una batalla para elegir correctamente las palabras. Ahora no se trataba de un guion armado-, están aprendiendo, descubriendo cosas que antes no sabían, abriendo sus mentes hacia lo desconocido. Pero cuando sientan que el futuro se les escapa de sus manos y no saben qué rumbo tendrán sus acciones, deben siempre recordar que ustedes son los dueños de su vida, aunque tengan que luchar por ello, nunca pierdan ese poder- Alana sintió como se evaporaban todos a su alrededor dejándola sola con su padre. La sensación de que Nerón le estaba hablando solo a ella era persistente y el corazón le dio un vuelco cuando su padre dejó de mirarla para gritarle a la multitud. El guion pensó Alana-. ¡Y eso es lo que hace un operador! ¡Quien quiera ser uno de nosotros deberá ser fuerte y controlar su futuro!
Los alaridos y gritos se hicieron escuchar. Alana pudo notar que su padre era un increíble actor, se preguntó porque no se había dado cuenta antes, de que su padre no era feliz con lo que hacía. ¿Por qué ahora todo era más claro? Vio como su padre se retiraba del gimnasio entre aplausos y ovaciones y sintió la necesidad de correr tras él y contarle todo. Desde el rayo de luz hasta las palabras en francés que ni ella creía poder pronunciarlas. Pero se quedó en su lugar viendo como todos sus compañeros gritaban el nombre de Nerón y pensando… “Es sólo mi padre”












Lily no podía creer el nivel de sometimiento de la Comunidad en la que vivía, hace unas semanas se empezó a cuestionar la necesidad de tener un toque de queda solo para los jóvenes o porque tendría que haber un operador en cada calle para vigilar… ¿Vigilar qué? Tiempos de paz mis calzones pensó. Se preguntó si en las otras Zonas sería igual que esto. Seguramente sí.
Caminaba a paso firme, totalmente asqueada por la escena que recién había vivido. Ahora los venían a reclutar como soldados, exactamente lo que hacían las generaciones anteriores cuando libraban sus estúpidas y egoístas guerras sin sentido. Si habíamos aprendido de los Años Oscuros ¿Por qué necesitamos operadores? Tenía las manos como puños a sus costados, sentía como las uñas le lastimaban la piel de las palmas pero no le importaba en absoluto, su furia era mayor. La cabeza le daba vueltas y no pudo evitar lanzar algún que otro insulto al aire para desahogar la rabia acumulada que tenía hacia el director. Agradeció que los pasillos del Instituto estuvieran vacíos así podría despotricar todo lo que quisiera. Llegó a su casillero, marcó los dígitos que permitían acceder a él con dificultad ya que tenía los ojos llenos de lágrimas. No recordaba en que momento sintió ganas de llorar pero allí estaba, con el rostro mojado intentando inútilmente de recordar su combinación. Lanzó otro insulto más fuerte, esta vez dirigido al bueno para nada de Nerón Reed. Antes tal vez lo hubiera aclamado como lo hicieron los idiotas de sus compañeros, pero ya no, esa Lily había muerto o mejor dicho creció. Nerón Reed no era más que la cara visible de algo grande que se le estaba ocultando a la Comunidad. Seguridad Vital no puede ser lo que parece. Agradeció una vez más al joven de Calix que le abrió los ojos sobre la mentira de los operadores. Desde esa noche en la fiesta, Lily, ya no era la misma.

-Pedazo de mierda- insultó al casillero golpeando su puño contra el duro y frío metal. El sonido se escuchó en todo el pasillo. Lily deseaba irse del Instituto para leer el libro de poesía Shakesperiana que le había regalado el joven de la fiesta en Calix. Él prometió proporcionarle más cosas anteriores a los Años Oscuros. Se preguntó si esa noche lo vería, tenía tantas preguntas para hacerle y tal vez acepte la propuesta que el chico le había presentado noches atrás.

-No deberías usar ese lenguaje dentro del Instituto ¿Nadie te ha educado a ti?- una voz femenina le susurró al oído de una forma espectral. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Lily obligándola a ahogar un grito. Giro en sus talones por la conmoción y, el susto, hizo que chocara la parte de atrás de su cabeza con el duro casillero provocando un estruendo que generó un eco escalofriante a lo largo de todo el pasillo.

-¿Te dolió?- preguntó la mujer demasiado cerca de Lily con una voz dulce pero perturbadora a la vez. Ahora que podía verla supo quién era al instante. Era la operadora de la asamblea ¿Pero qué rayos hacía allí? ¿Se habría metido en problemas?

-N-no, estoy bien ¿Qué quiere?- quiso saber Lily con la voz entre cortada. Algo le decía que era mejor tratarla de usted. Esa mujer, minutos antes parecía tan agradable. Lily vio como Alana la saludaba desde las gradas, simulaba ser una persona encantadora, todo lo contrario a los típicos operadores que la regañaban por no obedecer el toque de queda algunas noches. Notó que ahora llevaba los rulos rojos recogidos con una coleta lo que la volvía una mujer más seria, era bajita pero aun así más alta que Lily, aunque no importara quien ganara en altura era obvio que la muchacha no podría escapar corriendo, esa mujer parecía fuerte y débil a la vez. Escuchó los gritos provenientes del gimnasio, alaridos estúpidos que apoyaban cosas sin fundamente alguno. Deseo estar sola para poder insultarlos como se lo merecían e insultarla a la mujer de rulos color rojo y mirada verde que estaba delante de ella. Pero ¿Por qué esta operadora no estaba allí recibiendo los aplausos?
La mujer de dulzura perturbadora atrapó a Lily mirando en dirección al gimnasio.

-Los aplausos no son lo mío. No me aliste en Seguridad Vital por esa razón- dijo casi como susurrándole un secreto a Lily. Con cada palabra estaba más cerca de la muchacha, pero ella parecía no poder moverse ni apartarse de la operadora. Tenía el cuerpo apretado contra el helado metal del casillero. Lo maldijo en sus pensamientos, si tan sólo hubiera abierto más rápido, ella ya estaría de camino a su casa. Pensó en Shakespeare, el muchacho de Calix y su propuesta, sin saber porque veía todo el asunto demasiado lejos. Ahora más que nunca deseaba aceptar lo que le propuso.

-¿Y por qué se alistó en Seguridad Vital?- preguntó Lily casi con miedo pero evito tartamudear, ya le estaba dando demasiado poder a la operadora como para humillarse de esa forma.
Era extraño pero el aspecto tan dulce de esa mujer la aterraba. Esa operadora daba más miedo que cualquier otro tan sólo porque su belleza y gentileza resultaban perturbadoras.

-Ya que lo mencionas…-respondió la operadora entre abriendo sus labios rojo sangre que combinaban perfectamente con su cabello. Lily pudo notar la separación de las dos paletas de la mujer antes de que todo se volviera negro.